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afiche de la película caiga quien caiga

¿Caiga quien caiga? o ¿todo sigue igual?

Christian Reynoso

Publicado: 2018-09-13

¿Usted cree que porque estoy aquí (preso) el país va a cambiar?, es lo que le pregunta Vladimiro Montesinos (Daniel Iza) al procurador José Ugaz (Eduardo Camino), hacia el final de la película recientemente estrenada en los cines peruanos Caiga quien caiga, dirigida por Eduardo Guillot. Filme inspirado libremente en el libro Caiga quien caiga de José Ugaz, exprocurador Ad-hoc de la Nación, publicado en 2014 y reeditado hace poco en paralelo con la difusión de la película. 

La pregunta que hace el “doctor”, una vez capturado (estamos en el año 2001), en la celda que le han asignado para llevar a cabo su primer encuentro con su perseguidor ―el procurador― resulta de evidente actualidad en los tiempos que hoy vivimos. La respuesta es que al parecer nada ha cambiado, que todo sigue igual, por más que los peces gordos estén en prisión; que hoy en día sigue instalada en las esferas políticas y en las instituciones públicas la gran podredumbre —herencia del fujimorismo y otros partidos— destinada a mantener la cuota de poder y la hegemonía; que sigue igual que antes la corrupción en todos los niveles, y la impunidad que deja libres a delincuentes de cuello blanco y corbata. Los hechos a los que asistimos a diario lo demuestran: las coimas de Odebrecht, el destape de audios que involucran a jueces, el grosero y obstruccionista manejo político del actual fujimorismo (la “Mototaxi”) junto al cinismo de la hija Fujimori, en pos de lavarse la cara y conseguir el poder absoluto.

Tal vez esta sea la gran lección que nos deja el film, incluso mucho más que el libro (que como todo libro en el Perú no tiene una masiva lectoría), a juzgar por el número de espectadores que hasta hoy lleva contabilizado y que superan los doscientos mil, aunque las críticas negativas hayan sido más en cuanto a sus puntos flacos como narrativa cinematográfica. Pero, sin duda, no se puede menoscabar la lectura política que hay entre líneas y que debe servirnos a quienes vivimos esa época y a quienes no ―léase, a quienes han nacido a partir del 2000―, para acercarnos y tener una lectura crítica y condenatoria de ese período tan nefasto de nuestra historia, donde la plata de los peruanos se repartía por doquier entre maletines y fajos, con el afán de mantener el régimen. A esa condena aleccionadora es que responden los aplausos del público en los cines al final de la película.

Es cierto también, creo yo, que hay cierta caricaturización en el diseño de los personajes, en especial, el de Montesinos y en el de la secretaria Pinchi Pinchi, y cierta falta de verosimilitud y/o carácter en el personaje del procurador y de los dos abogados que lo acompañan. Tal vez una caricaturización e ingenuidad que no logra darse la mano completamente con la gravedad del hecho histórico, pero que, al fin, intenta reproducir ―como obra de ficción― la historia de dos hombres, antagónicos en sus virtudes éticas y morales, que se cruzan y se enfrentan. Un enfrentamiento que produce un cambio en sus vidas y, por extensión, en el país, pero que no necesariamente ataca la raíz de fondo porque parecería que, después de todo, todo sigue igual.

Los Andes (Arequipa). 9/9/2018.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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