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Los Fujimori: De familias y rupturas

Christian Reynoso

Publicado: 2018-10-23

Tras la detención de Keiko Fujimori, de sus asesores y de más de veinte personas del entorno de Fuerza Popular, ex Fuerza 2011, el fujimorismo más rancio y duro, ha salido a decir a todos los medios que se trata de una “persecución política”, de una detención “injusta”, de un “atropello”, de una situación “absurda”, como si siguieran un sonsonete, que se cae de repetitivo hasta el cansancio. Sin embargo, el fujimorismo olvida el asunto de fondo, y no dice una sola palabra que explique la legalidad de sus ingresos o que refute los cargos de lavado, aportes no sustentados o fantasmas, entre otros, de los que se les acusa, tras haber recibido dinero corrupto de la empresa Odebrecht. Razones que han llevado, justamente, a que las autoridades judiciales los investiguen por lavado de activos, como parte de una organización criminal. 

Estos días también asistimos al triste papel de los Fujimori, que repite el mismo sonsonete, pero además signado por el componente emocional. Un desesperado Mark, una llorosa Sachi, un cauto Kenji, un asustadizo Hiro, una balbuceante Susana, y un padre que dice morirse, ante la orden de volver a prisión. Hoy, que a los Fujimori les ha llegado la noche, acaso no se estarán preguntando cuándo fue que sobrevino el descalabro familiar y por qué. ¿Cuándo fue que aquella familia bien constituida, de sonrisa oriental y cuidado ejemplo ―miremos las fotografías familiares de Alberto al asumir la presidencia―, empezó lo que sería su declive y desintegración moral hasta la ruptura? ¿Tan aplastante es la vorágine de la política, la angurria por el poder, el ejercicio de la corrupción, la soberbia y la desidia para actuar honradamente, que puede transgredir todo tipo de orden sin ningún límite? A esta familia nuclear se suman las hermanas Juana y Rosa Fujimori, y el esposo de esta, Víctor Aritomi, prófugos del país por enriquecimiento ilícito.

Por otro lado, a lo largo de todos estos años, los peruanos hemos visto cómo numerosos miembros y seguidores del fujimorismo ―la “otra familia” de los Fujimori―, han sido denunciados por una serie de delitos de diversa índole, tras el destape de sus pasados non sanctos. De esta manera, el fujimorismo se ha convertido de pronto en el refugio de una serie de delincuentes de sastre, terno y corbata, que han visto su mejor oportunidad en la política, tras recalar en dicho partido. Por eso no es de extrañar, en efecto, que ahora Fuerza Popular más que un partido político, sea considerado como una organización criminal. Ya saben, dime con quién andas y te diré quién eres.

Pero era previsible. Tenía que llegarles la hora. Tenía que haber justicia. Tenía que haber peruanos valientes que, premunidos de una voluntad inquebrantable, decidieran enfrentarse y hacer cumplir la ley, ante la impunidad. Y los peruanos debemos defender dicha legalidad.

No nos olvidemos, finalmente, del aprismo bravucón que está caminando por una línea peligrosa que les va a pasar factura. El Perú no va a olvidar el papel que viene haciendo, como aliado del fujimorismo, para blindar a corruptos y mentirosos. Si bien, Alan García ya no existe en el mapa político y goza de la antipatía de la gran mayoría de peruanos, lo mismo sucederá con lo poco que queda del aprismo en funciones. ¿Estamos ante un punto de inflexión que marque su desaparición? [Artículo escrito la tarde del 17 de octubre].

Publicado en Los Andes (Arequipa) 21/10/2018.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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