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El ser antifujimorista

Christian Reynoso

Publicado: 2019-01-29

Los últimos meses los peruanos hemos visto la caída de Fuerza Popular y del fujimorismo, en general, de una manera estrepitosa y con muchos manotazos de ahogado y, aunque en la política peruana nunca se sabe lo que pueda pasar, todo parece indicar que estamos ante un serio quiebre del fujimorismo, o al menos ante la constatación de su pérdida de hegemonía y cuota de poder, con sus líderes presos y con un bloque parlamentario sin norte definido más que tratar de sobrevivir en el día a día. Mientras que las bases, asumimos, replantean sus simpatías, como suele suceder cuando los líderes pierden su estatus. ¿Es esto una buena noticia para el Perú? Desde luego que sí, al menos para quienes nos consideramos antifujimoristas. 

Hernán Chaparro, del IEP, en su artículo “¿Quiénes son los antifujimoristas?” (La República, 9/12/18), acorde a los resultados de una encuesta, indicaba que este sector de peruanos había crecido de un 29% en enero 2018 a 54% en noviembre. Entre las pinceladas que definían a este sector era que básicamente eran jóvenes y gente de nivel medio que, “de ninguna manera” votaría por un candidato fujimorista. Entonces me preguntaba si ser antifujimorista solo era una cuestión de números y de responder preguntas puntuales para una base de datos.

En todo caso, en mi perspectiva, puedo decir que soy antifijumorista porque no comulgo ni transijo con la forma de hacer política de dicha organización, donde impera el abuso de poder, la soberbia y la bravuconería, la ignorancia, la defensa de lo indefendible sin resquemor de consciencia ni asomo autocrítico; porque me indigna el papel de hombres y mujeres títeres, pusilánimes o, por el contrario, fanáticos, conchabados por intereses personales para blindarse o tapar sus actos delincuenciales e influir en sus procesos judiciales, producto de sus pasados oscuros, amparándose en la inmunidad y las gollerías; porque rechazo la presencia de mentirosos y mentirosas, capaces de cualquier trapería con tal de salvar el pellejo político y/o manchar dignidades, en vez de recurrir al mea culpa, con algo de decencia; porque no me siento representado por corruptos ni delincuentes convertidos en políticos; porque me avergüenzo como peruano de aquellos fujimoristas metemano; porque es inaceptable que el fujimorismo haya saqueado el Perú y robado millones para beneficio personal, riéndose de todos los peruanos y hasta hoy no se devuelva un solo sol. Se podría enumerar más razones, pero con lo dicho es suficiente. ¿Debería leerse esto como exclusivo de una convicción antifujimorista o, acaso, podría aplicarse, por extensión, ante la clase política en general?

Las diversas marchas realizadas en los últimos años en todo el Perú contra el fujimorismo, la corrupción, y la necesidad de defender y vivir en un país moderno (y todo lo que ello implica), pone a la ciudadanía en un rol expectante que no debe languidecer ante la arbitrariedad de la política en cualquiera de sus colores. En ese aspecto, el fujimorismo y la manera cómo ha ejercido la política, muy bien podría ser el mayor causante de los males que han afectado al Perú en las últimas décadas. Es hora de que se vayan ya.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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