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El negocio de ser congresista en el Perú

Christian Reynoso

Publicado: 2019-04-02

Ser congresista en el Perú es negocio redondo. No se necesita de muchos credenciales ni políticos, ni académicos, ni de liderazgo, para poder aspirar a una curul. Es la democracia. Es la ironía de la democracia. Más bien se necesita hacer una inversión que asegure un cupo en el partido y la posterior candidatura. Cuanto más sustanciosa sea la inversión entonces habrá mayores posibilidades de ostentar los primeros lugares en la lista y así, más opciones de ganar. Seguidamente se habrá de invertir algo más en la campaña electoral para convencer a los electores de que ellos/as son la mejor opción. Por ahí habrá que delinear tres o cuatros puntos de agenda para completar la perorata que habrá de repetirse como propuesta de trabajo en favor del pueblo. Una vez elegido, habrá de recoger el credencial y listo. Entonces se podrá gozar de los sueldos y gollerías que otorga el Congreso de la República, con la plata de todos los peruanos. Pronto se recuperará la inversión, tal vez antes del primer año, y entonces quedarán unos cuatro años más para ganar en líquido, sueldos cómodos y así llenar las arcas, sin prácticamente mucho que hacer. Es decir, se trata de un asunto de números. Además, si se guarda un perfil bajo, ya en el ejercicio de la función, mejor aún. Todos los meses con puntualidad no se dejará de cobrar el sueldo y se vivirá tranquilo sin comprarse pleitos ni estar en el ojo público. El negocio redondo. 

Digamos que esta fórmula es la que sigue la gran mayoría de quienes llegan al congreso. Son empresarios y profesionales, especialmente del ramo del Derecho, o exfuncionarios que tras haber ocupado cargos públicos con relativa notoriedad, se lanzan al congreso. En otros casos son sencillamente advenedizos con buena fortuna y también los hay de aquellos que llegan con agenda propia: salvarse a través de la inmunidad y de argucias legales de procesos judiciales que traen a rastras, voltear leyes, maquinar lobbies, valerse del cargo e influencia para el favorecimiento personal, partidario o de conglomerados diversos.

Desde luego, como en todo, hay excepciones. Sin embargo, a la luz del circo que es nuestro congreso actual, la impresión en general que el ciudadano peruano tiene de este, es la sensación de una gran farsa, de sentirse estafado, burlado, por un grupo de 130 ciudadanos, entre hombres y mujeres, que no hacen nada por el país más que llenarse los bolsillos; que no aportan en la legislación y en los proyectos de ley que el país requiere para resolver los puntos más críticos de su desarrollo; que son capaces de hacer espíritu de cuerpo sin vergüenza alguna con tal de tapar sus fechorías, agravios y corruptelas; que destinan esfuerzos en discusiones muchas veces irrelevantes, en vez de ver el horizonte.

Es pues el ejercicio de una política chata y chabacana que solo responde al interés particular y que asfixia cada vez más al país. Una representación política que cada vez pierde legitimidad y evidencia, más bien, las grandes miserias morales y éticas del peruano, dado que el Congreso reúne la diversidad del país. Así, en vez de que los congresistas sean ejemplo de lucidez, capacidad y buenas prácticas, solo son motivo de vergüenza para una gran mayoría de peruanos. Y no sabemos si esta realidad cambiará algún día.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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