Ilave y la génesis de una novela
Christian Reynoso
El pasado 26 de abril se cumplieron quince años del asesinato del alcalde de Ilave, Cirilo Fernando Robles Callomamani, en manos de una enfurecida turba, en la zona sur de Puno. Fue entonces el punto más crítico de una situación de conflictividad social y lucha de poderes locales que había empezado un mes antes, bajo el pretexto de acusar de corrupción a dicha autoridad y forzar su renuncia, hecho que la ley no consentía. Finalmente, la crisis tuvo un alto costo: la zozobra permanente, la paralización del comercio en la zona sur y frontera con Bolivia, la muerte del alcalde, la moción de censura al ministro del Interior, Fernando Rospigliosi, que lo mandó a su casa y, finalmente, la imagen para el Perú centralista de que en el sur peruano/puneño no había ley ni estado de derecho. Una tierra de nadie, donde imperaba la violencia y la efervescencia de un discurso político que se amparaba en un milenarismo trasnochado. Un estigma con el que esta zona del Perú tuvo que convivir durante los siguientes años.
Entonces, en 2004 hacía mis prácticas de periodismo en el área de Comunicaciones de la Defensoría del Pueblo de Puno. Eso me permitió estar presente en el meollo del conflicto. Acompañaba a los abogados de la Defensoría en viajes a Ilave, para mantener reuniones con los dirigentes que lideraban la protesta y encontrar salidas de negociación, por lo general infructuosas. Alguna vez hubo que escapar vistiendo ropas de campesinos ante la amenaza de ser tomados como rehenes o, por el contrario, se coordinaban reuniones casi secretas en Puno ciudad con un asustadizo pero obstinado Robles que se aferraba al cargo en nombre de su honor e inocencia, la que se corroboró años después.
En 2013 publiqué mi segunda novela titulada El rumor de las aguas mansas (Peisa), donde construí una historia en torno a los hechos del llamado “caso Ilave”. Fue la culminación —ahora que lo veo en perspectiva—, de una obsesión que se fue gestando desde aquellos días de abril de 2004 y que, solo con el tiempo, pude apaciguar a través de la imaginación, la escritura y la ficción. Es decir, la ficción me permitió sumergirme en algunas ideas e imágenes que daban vueltas en mi mente y que, creía yo, podían explicar dentro de una narrativa literaria, por qué y cómo sucedieron aquellos hechos. Desde luego, sin ningún afán justiciero sino con el solo propósito de contar y escarbar una realidad compleja. ¿Por qué se transformó en una obsesión? Tal vez porque en medio de ese caos social y hecho de sangre, apareció el sentimiento de la impotencia que yo imaginé se manifestó en las personas cercanas al alcalde Robles, en especial los familiares, la esposa y los hijos, quienes aquel día escucharon por las radios locales y acaso vieron por televisión cómo iba aconteciendo el vía crucis y linchamiento al que era expuesto este hombre hasta terminar cadáver. Y, por supuesto, ellos sin poder hacer nada por evitarlo. Tal vez el intentar hacer un ejercicio de empatía para enfrentarse a una situación parecida desde mi perspectiva de creador fue el detonante que me llevó a escribir la novela. Tal vez haya muchas otras más razones, pero eso es lo que puedo entender/explicar por ahora.
Escrito por
Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.