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Vargas Llosa y el altiplano – Parte 2

Christian Reynoso

Publicado: 2019-07-09

Recupero un texto antiguo sobre Mario Vargas Llosa y su relación con el altiplano puneño, tanto en el aspecto político como en el literario. A continuación la segunda parte. 

La ciudad y los perros (1962) y Pantaleón y las visitadoras (1973), son las novelas de Mario Vargas Llosa en las que se hace referencia al altiplano puneño. Altiplano que es visto y asumido como un lugar lejano, inhóspito, tal vez exótico, y que representa el espacio ideal para cumplir el castigo que se les ha impuesto a los personajes. Así, ambas novelas guardan un hecho común con relación al destierro. En la primera, el teniente Gamboa al igual que el capitán Pantaleón Pantoja, en la segunda, son cambiados por órdenes superiores de Lima e Iquitos a las “guarniciones” militares de Juliaca y Pomata, respectivamente.

Gamboa debe partir y dejar su puesto en el colegio militar Leoncio Prado en Lima, luego de la muerte del cadete El Esclavo en una práctica de tiro. Muerte que más parece ser un asesinato a manos del temido cadete El Jaguar. Por su parte, Pantoja deja Iquitos como única alternativa para poder permanecer en el Ejército, ante la amenaza de ser dado de baja, luego del destape del servicio de visitadoras que ha organizado y de la muerte de Olga Arellano, “La Brasileña”, la visitadora más atractiva a la que hace su amante. Aunque la partida a estos lugares del sur peruano representa un castigo para los militares, como deja ver Vargas Llosa, parecería más bien que ambos reciben dichas órdenes con estoicismo.

A Gamboa le da lo mismo la guarnición de Juliaca o el colegio militar, según afirma. Además piensa en la posibilidad de aprender quechua, ver “muchas vicuñas” e ir, en auto o tren, de Juliaca a Puno y “darse sus escapadas a Arequipa, de vez en cuando”. Pantoja, una vez nombrado intendente de la guarnición de Pomata, deberá en este lugar “rehabilitarse” por el daño “involuntario” que ha causado al Ejército: la organización de un “Servicio de Visitadoras” para satisfacer las demandas sexuales de la tropa.

Solo el frío de la puna los asusta. Con cierta razón. “En la puna, verano o invierno es lo mismo”, dice el capitán Garrido a Gamboa. Él, en broma, le propone un intercambio de sus puestos a lo que Garrido responde que, “ni por todo el oro del mundo”, iría a Juliaca. Mientras que a Pantoja, el general Victoria le dice: “En vez del calor de la selva, el frío de la puna”. Y el coronel López López le dice: “En vez del río Amazonas tendrá el lago Titicaca”. Y el general Collazos, con sorna: “En vez de visitadoras, llamitas y vicuñas”.

De esta manera, Vargas Llosa contrapone dos realidades a ver: capital/localidad y selva/puna para destacar las particularidades de cada espacio. Y, aunque prime la idea del castigo en el lejano destierro, también da ocasión para que los personajes tengan una nueva oportunidad. El primero, por ejemplo, podrá aprender un nuevo idioma y, el segundo, podrá rehabilitarse de su obsesión al trabajo.

Juliaca, capital de la provincia de San Román, hoy en día es una ciudad enteramente comercial con un gran movimiento económico, pero caracterizada por el contrabando y la informalidad. En la década del sesenta empezaba su auge, entre otras razones, con la construcción del aeropuerto Inca Manco Cápac a fines del cincuenta. Pomata, el “Balcón Filosófico del Altiplano”, es un distrito de la provincia de Chucuito, al sur de Puno ciudad, relativamente cerca de la frontera con Bolivia. Se caracteriza por su arquitectura y bello paisaje a orillas del lago Titicaca. Hoy en día es un distrito urbano y en desarrollo.

Nota: Artículo publicado originalmente en la revista Cabildo Abierto Nro. 54. Asociación SER.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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