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Don Plinio Goyzueta y su Nacimiento

Christian Reynoso

Publicado: 2019-12-24

Los 21 de diciembre iniciaba la puesta en escena. Don Plinio Goyzueta Cáceres comenzaba a armar su Nacimiento con la ayuda de sus hijos Nelva, Gilmar y Plinio chico. La faena duraba dos días con sus noches, entregados al gran teatro lúdico de la construcción en la sala de su casa, en un área de 4x5 metros cuadrados. Abrían las infinitas cajas que guardaban los más de dos mil juguetes para ir desenvolviéndolos y colocándolos según el mapa que tenía trazado en mente. Cada juguete no excedía los diez centímetros. Así, los tres Niños Jesús, el de la Góndola, el de la Espina y el del Santo pesebre —de la artesanía cusqueña—, podían jugar a sus anchas. Con los años fueron los nietos de don Plinio quienes lo ayudaron a armar el Nacimiento. 

Cuando don Plinio tenía seis años también quería jugar a sus anchas con los juguetes del Nacimiento que hacía su padre, en la casa de su natal Lampa, en una habitación a la que llamaban “el oratorio”. Pero esos juguetes estaban prohibidos y nadie podía tocarlos. Entonces, Plinio decidió tener sus propios juguetes para luego compartirlos con el Niño. Hoy, que tiene 92 años, parece seguir siendo uno de esos niños con un carácter jovial, aunque la memoria y el peso de los años a veces le hagan malas jugadas.

Empezó a armar sus nacimientos en 1960, cuando se trasladó de Lampa a Puno por trabajo. Primero los hacía con juguetes grandes y a cuerda, pero poco a poco fue especializándose en los de miniatura. Desde 1965 empezó a adquirirlos en la feria de las Alasitas y en las ciudades a las que viajó como parte de su trabajo en la Compañía Rena Ware.

Pero hay algo especial. Don Plinio concibió su Nacimiento como un corpus temático. Hay sectores dedicados a la costa, sierra, selva y mar del Perú; también a diversas especies de animales y flores. Así, su Nacimiento ha trascendido la concepción católica, ya que también puede ser visto como un microcosmos de las riquezas naturales de nuestro país. Una suerte de cartografía y representación, sobre todo, del reino animal. A ello se suma la presencia del hombre. Se ven escenas del pastoreo, vendedoras de frutas, barrenderas, danzarines. Por otro lado, artesanías y cerámicas del Cusco, Pucará, Huancayo, y otro tanto importadas. Un bloque de animales en cristal y porcelana, además de una réplica del palacio de Herodes. Mientras que el cerco está compuesto por aquellos tarjadores-adornos hechos de cobre que imitaban los utensilios y artefactos eléctricos de antaño. De esta manera, el Nacimiento de don Plinio es a la vez una gran colección de miniaturas.

La cosmovisión andina no deja de estar presente. Por ejemplo, los cuatro cerros tutelares de Puno —Cancharani, Laykakota, Azoguine, Machallata—, son los extramuros que rodean el Nacimiento, además de una sección dedicada a la reproducción de un barrio de la ciudad, la Urbanización Puno, donde se ubica la casa de don Plinio.

Tan importante como los juguetes, es la uniformidad que le da un sentido estético a la obra. “Sin la uniformidad no se vería bonito”, dice don Plinio. Bajo ese criterio en la década del 80, su Nacimiento fue premiado por el Instituto Nacional de Cultura – Puno, con el primer lugar entre todos los de la ciudad. Si hoy tuviera que ponerle un precio, le pregunto, don Plinio no sabe cuánto. Con vacilación calcula que podría costar unos 30 mil soles, pero aclara que esa cifra es lo que él ha podido gastar desde que empezó a comprar los juguetes. En todo caso, su verdadero valor está en el sacrificio, cariño y esfuerzo que le ha puesto, afirma.

Nota: Una versión más amplia de este artículo fue publicado en revista Ymagen. Nro 2. Diciembre 2012, y en diario Los Andes, 22/12/2013.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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