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Puno: ¿De ciudad a aldea? A puertas de la Candelaria

Christian Reynoso

Publicado: 2020-01-07

Ignacio Frisancho Pineda, ingeniero nuclear e intelectual puneño, publicó entre otros libros De aldea a ciudad: trayectoria histórica de Puno (Brisas del Titicaca, 1996), donde ofrece un panorama de la evolución de Puno desde su condición de pueblo prehispánico, villa, hasta ciudad a fines del siglo XX. Un ensayo valioso de la historia de Puno en términos de crecimiento urbanístico, social, cultural. 

Traigo a la memoria este libro para mostrar cómo hoy la ciudad de Puno parecería que ha involucionado, al menos en su componente urbano y estético. Ello a juzgar por el triste escenario de calles, avenidas, plazas y obras a medio hacer, que sugieren un dantesco campamento, en un contexto en el que, en las próximas tres semanas, se celebrará la Festividad de la Candelaria, y la ciudad acogerá a miles de visitantes de todo el mundo.

La Festividad de la Candelaria, la manifestación religiosa-pagana más extraordinaria y grande del Perú, que mezcla danza, música y fervor, fue declarada en 2014 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Distinción que merece ser celebrada. Sin embargo, resulta contradictorio que la ciudad que acoge a dicha fiesta no esté a la altura, y sus autoridades ediles, regionales y folklóricas no vean más allá de sus cargos burocráticos.

La plaza de Armas continúa cercada por los trabajos de remodelación y construcción que debieron culminarse en noviembre pasado, para el aniversario de Puno. El mercado central luego de su remodelación todavía no recibe a los comerciantes, quienes vienen ocupando calles aledañas, convirtiendo el centro de la ciudad en un mercadillo eterno. La avenida Simón Bolívar, una de las más importantes en la periferia este, conformada por aproximadamente 30 cuadras, que oxigena el tránsito (destruida y construida innecesariamente en 2014 durante el gobierno regional de Mauricio Rodríguez), ahora nuevamente ha sido destruida sin que se haya avanzado el 50% de su “nueva” construcción. Es decir, indistintos proyectos de construcción que por su atraso provocan la suspicacia de la población y revelan la ineficacia de la gestión edil.

A esto se suma el panorama que luce el santuario de la Virgen Candelaria en el parque Pino o iglesia San Juan en pleno corazón de la ciudad. La remodelación (que proviene del esfuerzo privado) de la casona que colinda con el lado derecho de la iglesia, donde funcionaba el famoso café Delta, ha dado una nueva cara al espacio. Hoy la casona albergará tiendas turísticas. Sin embargo, las casas-edificios que colindan con el lado izquierdo de la iglesia, no solo adolecen de un sentido estético sino que, increíblemente, la primera casa se ha antepuesto a una columna del portal de la iglesia y a una de sus torres, quedando la iglesia encajonada en dicho lado (ver foto). A ello se añade el horrendo paisaje que lucen los aires de las casas: tanques de agua por doquier, calaminas, paredes sin estuco, añadidos hechizos y chatarra. Es decir, una vista grosera que acompaña lo que se supone es el reciento más importante de la Virgen de la Candelaria.

Ojalá se haga algo por cambiar esto.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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