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Martín Adán: Me gusta andar por las calles algo perro

Christian Reynoso

Publicado: 2020-01-28

El 13 de setiembre de 1974, Martín Adán (quien falleció hace treintaicinco años, un 29 de enero de 1985), le escribió una carta a Hubert P. Weller, un lingüista y profesor norteamericano de paso en Lima, interesado en elaborar una bibliografía sobre la obra del poeta, para lo cual le pedía una cita. Adán respondió lo siguiente: “Ante todo he de agradecer muy sincera y vivamente su interés por mi obra literaria. Y he de rogar a usted, tras de pedir perdón, que me dispense de recibirlo en esta clínica en donde, como por simbiosis, me siento yo a mí mismo casi casi uno de mis alucinantes vecinos. Por lo demás, soy un humano como los de por la calle que versifica sobre su experiencia y procura hacerlo con alguna precisión gramatical […]”. (Carta incluida en Martín Adán. Cartas y entrevistas, de Andrés Piñeiro (editor). Lima: Fondo editorial PUCP. 2018. p. 41). 

De esta manera elegante, Martín Adán se libraba de entrevistarse con Weller, pero al mismo tiempo le daba un testimonio íntimo del momento que vivía y acaso una confesión de la génesis de su labor creativa y lo que ello implicaba. Al año siguiente, en febrero de 1975, Weller volvió a escribir a Adán para informarle que acababa de enviar al Instituto Nacional de Cultura el manuscrito de Bibliografía analítica y anotada de y sobre Martín Adán (1927-1974). Finalmente, dicho libro salió publicado ese mismo año con el título Bibliografía de Martín Adán.

Martín Adán, seudónimo de Ramón Rafael de la Fuente Benavides (Lima, 1908), para entonces había publicado una serie de libros que conformaban el corpus de su obra, desde su primer y más extraordinario libro La casa de cartón (1928), hasta algunos poemarios como La rosa de la espinela (1939), Travesía de extramares (1950), Escrito a ciegas (1961), La piedra absoluta (1966), entre otros, y su tesis con la que optó el grado de doctor en Letras De lo barroco en el Perú (1968). Alejado de las comodidades de su familia y de su apellido aristocrático, Martín Adán había transitado por los meandros del abandono, el alcoholismo, la enfermedad y la locura. Hechos que a la larga contribuyeron a formar en torno a él un aura de poeta maldito.

En el poema que forma parte de La casa de cartón, titulado «poemas underwood», podemos encontrar algunos versos que nos remiten a esas palabras sobre su condición de humano callejero, pero al mismo tiempo ambiguo. Dice, por ejemplo: “Me gusta andar por las calles algo perro, algo máquina, casi nada hombre/ No estoy muy convencido de mi humanidad; no quiero ser como los otros/ No quiero ser feliz con permiso de la policía. […] Yo no soy un gran hombre –yo soy un hombre cualquiera/ que ensaya las grandes felicidades. […] Me siento un hombre que no ha pecado nunca./ Estoy sin pasado, con un futuro excesivo.”.

En una entrevista que dio un mes antes de morir reclamaba su verdadera identidad, en todo caso al verdadero hombre, Rafael. “Todos vienen en busca de Martín Adán, a nadie le interesa conocer a Rafael…”, le diría a Delia Sánchez (La República, 10 de febrero de 1985).


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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