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La pandilla puneña: baile post Candelaria

Christian Reynoso

Publicado: 2020-02-11

La próxima semana, cuando haya concluido la Festividad de la Candelaria, tras haber celebrado cada conjunto su misa y fiesta de despedida (kacharpari) hasta el siguiente año, y el obispo Jorge Carrión haya aplacado sus furias, Puno seguirá bailando con las fiestas de Carnaval, no tanto como en Cajamarca o como en otras regiones del país, pero con ambiente igual de festivo. 

Las fiestas de Carnaval en Puno se caracterizan por la “pandilla puneña” (llamada también marinera puneña), una danza de galanteo vistosa por el colorido de los mantones de manila y los pañuelos, los sombreros de fieltro, las polleras cortas, los botines y el pasito cadencioso, cansino o de cojeo, a ritmo de huaynos pandilleros ejecutados por estudiantinas. Las cerca de veinte pandillas que existen en la actualidad, desde las más antiguas que datan de comienzos del siglo XX hasta las más contemporáneas, se desplazan por las calles del cercado, guiadas por el bastonero, en un elegante pasacalle con serpentina, mixtura y petaquitas de licor escondidas en los bolsillos para aplacar la sed. Las parejas bailan y mueven los mantos en ingeniosas coreografías tanto en el cerrito de Huajsapata como en el coliseo cerrado o en los clubs sociales Kuntur y Unión, al calor de los aplausos del público.

Según estudios, la pandilla puneña es la única danza de origen urbano creada por la llamada “cholada”, clase social en ascenso integrada por artesanos y comerciantes en la época de la República. Estuvo inspirada en la cuadrilla española y el minué francés que la clase alta puneña bailaba entonces. Así, entre la ironía y la imitación, la cholada empezó a bailarla a ritmo de huaynos. Posteriormente, los señorones y señoritos de la aristocracia puneña se integraron, interesados especialmente en las bellas mujeres que participaban. Con el paso de los años se convirtió en una danza que integraba de alguna forma a las clases alta y media. Hoy, mantiene cierto estatus de danza urbana, propia de los “blancos”, “mistis”, “karas”, aunque no de manera exclusiva, a diferencia de las danzas de la Candelaria, en las que confluyen de una manera más generalizada diferentes estratos sociales sin prejuicio alguno, aunque siempre con el boato de mostrar quien tiene mayor poder económico.

Dos libros de reciente edición nos acercan a la pandilla puneña: “Fantasía pandillera. Trajes de la colección Livia Béjar”, editado por Aleksis Ponce y Juan Carlos Añamuro, que muestra una interesante collage fotográfico de los trajes y sus características, los cuales forman parte de la colección de la bailarina de pandilla Livia Béjar. Y “La Unión Puno: Historia, tradición y sentimiento de la pandilla puneña” de Efraín Quispe Apaza, en torno a la pandilla Unión Puno fundada los primeros años de la década del treinta. Ambos libros, incluyen apuntes históricos, fotografías de antaño e información útil para un análisis de la evolución de esta danza. En todo caso, un aporte para conocer, bailar y seguir escribiendo la historia de la pandilla puneña.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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