Volver atrás: memoria lúdica en cuarentena
Christian Reynoso
En la medida que han ido pasando los días de la cuarentena a causa del coronavirus, nos hemos visto cada quien en la necesidad de idear formas para pasar los tiempos muertos. Si bien son muchos quienes continúan con sus labores a través del teletrabajo, sin duda, hay también mucho tiempo de sobra que obliga a sobrellevarlo con otras actividades de nuestra rutina propia, sean estas intelectuales, físicas o de recreación. Desde luego, ello permitirá no caer en la ansiedad del paso lento de las horas o en la incertidumbre del futuro o en el aburrimiento del encierro obligatorio.
En ese afán, tal vez sin saber que podíamos revivir los años de nuestra niñez y adolescencia, por ejemplo, en casa nos acordamos del Nintendo. En seguida fuimos a sacarlo de la caja del pasado, para luego desempolvarlo e instalarlo. Ahí estaba la pequeña consola ploma y los dos mandos de forma todavía rectangular, puesto que se trataba del primer Nintendo que salió al mercado fuera del Japón (modelo NES), y que supe conservarlo desde los noventas. De esta manera, después de ver al mediodía la conferencia de prensa del presidente Vizcarra y almorzar, empiezo junto con mis primos Gabriel y Gino el par de horas de Nintendo, hasta retomar la pericia manual y poder vencer el juego de Mario Bros, zona por zona de las treintaidós que son para liberar a la princesa; o para vencer Contra con solo tres vidas. Así, nos hemos visto otra vez cuando éramos niños, peleando, gritando o insultando (¡Bestia!), cada vez que perdemos una vida o nos cae una bala.
A cientos de kilómetros, en casa de mi hermana Carol, han sacado de las cajas del pasado el Monopolio y el Millonario para pasar las tardes. Diego, su hijo de tres años, ha quedado deslumbrado con estos juegos de mesa y ha escogido la ficha del barco. Carol se ha visto retratada en él y ha recordado las noches de Monopolio que jugábamos cuando éramos niños todos los hermanos y primos juntos. En otra casa, distante de la de mi hermana, mi otra sobrina, Amaya, luego de hacer las tareas del primer grado que han alcanzado a dejarle, también se poner a jugar con su madre y sus abuelos al Monopolio. Una vez que se cansa empieza a armar los rompecabezas de mil piezas que su padre, mi primo que está aquí conmigo, tenía guardados desde su adolescencia. Entonces la figura de la tienda de relojes empieza a emerger en la mente de ambos a pesar de la distancia. De esta forma se sienten unidos entre el presente y el pasado.
Creo que si no hubiera sido por la cuarentena, todo esto no hubiera ocurrido. En todo caso, el conservar estos juegos ha sido, sin saberlo, una forma de conservar la memoria. Pero no solo eso: el volver a jugarlos y disfrutarlos nos ha permitido recrear en la realidad del presente esa memoria. Y eso ha sido grato e iluminador, porque ha reforzado los lazos y al mismo tiempo se ha convertido en una esperanza de seguir todos juntos aquí. Desde luego, suerte la de nosotros en medio de esta situación si, por ejemplo, encendemos el televisor y vemos lo que está pasando allí afuera.
Escrito por
Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.