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Hemingway y yo al romper el alba

Christian Reynoso

Publicado: 2020-06-30

El 2 de julio de 1961, el escritor norteamericano Ernest Hemingway se disparó un balazo que puso fin a su vida, con una de las escopetas de su colección, en su casa de Idaho. Siete años antes, en 1954, había recibido el Premio Nobel de Literatura, pero para entonces ya era un escritor famoso y con una obra sólida. Además, se había encargado de cosechar una vida aventurera, polémica y de arrebatos borracheriles, la cual también aparecía travestida en sus personajes y libros. 

Tanto como sus libros su vida había llamado mi atención, desde que leí “Fiesta” (1946). Con los años leería su obra completa. Por eso, como una respuesta natural ante el interés por su itinerario vital, viajé a Cuba en 2013, para conocer el lugar donde había vivido: la Finca Vigía, cerca de La Habana. También el hotel Ambos Mundos, el pueblo de Cojimar, el bar Floridita, y otros lugares en los que pude empaparme de los mitos, leyendas y hechos reales que, a menudo, se cuentan en La Habana sobre el gringo “Jeminwey”.

Hemingway vivió 22 años en la isla, entre 1939 y 1960. Allí escribió parte de “Por quién doblan las campanas”, y “A través del río y entre los árboles”, “El viejo y el mar”, “París era una fiesta” e “Islas en el Golfo”, además de artículos de prensa y textos fugaces. En Finca Vigía tenía 9 mil libros, 4 perros y 57 gatos. Esto cuenta García Márquez en el prólogo de “Hemingway en Cuba” (1984) del periodista cubano Norberto Fuentes. Un libro-joya de más de 700 páginas para conocer al Hemingway escritor y hombre, que conseguí con suerte por 22 cuc en la calle Obispo.

En una crónica de 1949, que García Márquez cita en el prólogo, Hemingway confiesa que decidió vivir en Cuba porque “se puede tapar con un papel el timbre del teléfono para evitar cualquier llamada, y porque en el fresco de la mañana se trabaja mejor y con más comodidad que en cualquier otro sitio. Pero esto es un secreto profesional”. Es decir, la búsqueda de la tranquilidad lejos de la tecnología (tan presente hoy en día) y el ambiente propicio para dejar fluir el misterio de la creación literaria.

A comienzos de 2017 en París ―adonde fui para escribir y dar forma a lo que finalmente sería mi novela “La tempestad que te desnuda” (Peisa, 2019)― hice el itinerario de los pisos y los bares por los que el veinteañero Hemingway anduvo. Con Elqui Burgos, poeta peruano radicado allá, caminamos por Du Cardenal Lemoine donde se ubica el piso en el que Hemingway vivió los primeros años de 1920. Mientras que, al Harry´s Bar, de aire americano, nos aventuramos con la poeta Viki Guerrero, en París por esos días. Otras largas y costosas horas pasé en el bar del Hotel Ritz, hoy llamado Bar Hemingway; y en el café La Closiere des Lilas, que fueron lugares favoritos del escritor. Aunque todos estos hoy distan de ser lo que entonces eran, uno puede creer que todavía allí es posible romper el alba.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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