Arequipa Patrias
Christian Reynoso
Óscar, mi abuelo materno, y Luis, mi padre, nacieron en Arequipa. No tengo muchos recuerdos de mi abuelo, pero sí de mi padre. Expresaba esa forma tan arequipeña de ser arequipeño. Nadie le pisaba el poncho y, en algunos momentos, hacía gala de un chauvinismo que podía ser pícaro e ingenuo a la vez que hiriente. Creía tanto en la belleza del sillar como en la virgen de la Candelaria. Amiguero por antonomasia y curioso pertinaz contaba mil historias del imaginario arequipeño. Tal vez por esas heredades de la patria chica es que siempre estuve vinculado a Arequipa, al menos en mis años veinteañeros.
Por eso, hoy que Arequipa atraviesa una situación alarmante a causa de la pandemia del Covid-19, y que el Perú celebra su 199 aniversario de independencia con Te Deums inútiles, no me es indiferente la sensación de abandono e impotencia que vive el pueblo de Arequipa. La misma que, entre otras razones, se debe a la mediocridad y a la falta de previsión de las autoridades arequipeñas en cuanto al manejo de la pandemia. Las cifras en aumento del número de contagiados y muertos son elocuentes y ubican a Arequipa en la ciudad más afectada del sur peruano, zona que hasta ahora se mantenía a buen recaudo a comparación del norte del país.
Los gritos de aquella mujer comerciante Celia Capira, clamando atención al presidente Vizcarra, en su afán de salvar a su esposo (quien murió días después), grafican la impotencia y la desesperación de lo que se vive en Arequipa. Hoy, Celia y sus hijas están contagiadas con el Covid-19. Mientras que el presidente regional arequipeño, Elmer Cáceres Llica, increíblemente ha preferido hablar de “ataques políticos” para excusar su pésima gestión: por ejemplo, un gasto de solo 4% de 24 millones de soles que el Gobierno le asignó al inicio de la pandemia. Hoy los arequipeños lo detestan y quieren que se vaya. Tiene el mal del Misti.
El gobierno nacional ha tenido que hacerse cargo de la Ciudad Blanca para intentar controlar los efectos del virus, pero no es suficiente. El desborde de la situación es latente y las necesidades hospitalarias aumentan cada día, por lo que es necesario que se realicen mayores esfuerzos por parte de las autoridades de todos los niveles y por parte de los propios arequipeños en el cuidado de preservar su salud. Lo que sucede en Arequipa debe ser una voz de alarma para que las otras ciudades del sur peruano estén alertas y puedan prevenir, antes que seguir lamentando.
Nota: Este artículo fue escrito antes del mensaje presidencial.
Escrito por
Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.