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Muerte en Los Olivos y cambio de estrategia

Christian Reynoso

Publicado: 2020-08-25

Las trece muertes (doce mujeres y un varón) ocurridas la noche del sábado en una discoteca de Los Olivos resultan lamentables, pero sobre todo absurdas. La seguidilla de culpas y responsabilidades que se han endilgado entre familiares, policía, autoridades municipales, dueños del local y organizadores del evento, tendrá su correlato en la medida que se investiguen los hechos. Pero eso no devolverá a los muertos, aunque sí puede dejar una gran lección a todos los peruanos. 

Está claro que, en tanto estado de Emergencia a causa de la pandemia que vivimos, aquel fiestón no se debió organizar jamás. Eso lo sabemos todos o casi todos. Pero no es un problema de comunicación, como se ha deslizado en un intento por culpar al gobierno. Es un problema de tipo cultural. Aquel en el que una persona sabe que no debe hacer algo, porque está prohibido, pero lo hace, aún a costa de atentar contra sí misma; aquel en el que me zurro en la norma y no pasa nada. ¿Nos suena esto a cultura peruana, a ese país de marca informal? ¿A una autosuficiencia ingenua?

Una situación así resulta grave en el contexto del Covid-19, por la cadena de contagios que supone, en perjuicio del resto de ciudadanos, de los propios familiares de las 120 personas que acudieron al fiestón, etcétera. El número de contagios confirmados en los detenidos y en los muertos lo corroboran. Por eso, resulta insólito y triste intentar comprender la irresponsabilidad y la muerte. Pienso en ello cuando veo en la televisión llorar a la hermana de una de las muertas, joven madre soltera esta que ha dejado huérfanos a sus hijos de 5 y 7 años, tras acudir al fiestón.

Pero esto no solo sucede en Lima, sino también en las regiones del país. Fiestas de cumpleaños, quinceañeros, reuniones, cerveza, bailes, infringiendo las normas. Y no es difícil imaginar que seguiremos viendo más de eso. En ese sentido, el gobierno y las instituciones a quienes compete velar por el orden, deberían evaluar un cambio de estrategia. Tal vez no irrumpir para detener, sino acordonar y mantener aislados a los fiesteros. Esto evitaría exponer a los agentes del orden y podría ser una manera más disuasiva contra los infractores, quienes después de todo, en el mejor de los casos, pagan la multa y bien, gracias.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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