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Primera dosis, segunda dosis

Christian Reynoso

Publicado: 2021-08-17

El tatuaje del Dios F, el dios de la guerra en la cultura Mochica, situado en el hombro izquierdo, recibió el pinchazo de la vacuna. La primera dosis. 1:23 a. m., 25 de julio de 2021. Un pinchazo imperceptible, entre un abrir y cerrar de ojos, como un soplo pasada la medianoche. “¿Eso es todo?”, preguntó el hombre. “Así es”, contestó Rosa, la enfermera, tras sus mascarillas celestes y el protector. ¿Santa Rosa?, pensó el hombre, mientras le daba las gracias, se desarremangaba las dobladuras y se levantaba de la silla. Todavía debía sentarse unos quince minutos en otra sección, le indicó Rosa, y le regaló una sonrisa.

Hacía un año, por esos días, recordó el hombre de camino a casa, todo parecía de un color gris a comparación del celeste rosa de hoy: la desesperanza, la incertidumbre y la muerte rondando por todo lugar; ningún asomo concreto de vacuna que pudiera contrarrestar la enfermedad; el miedo y las falencias médicas divulgadas a diario por la televisión, las redes y los periódicos; el temible Covid-19 invencible y tenaz; las restricciones de salir de casa desde el estado de emergencia, a mediados de marzo. Todo había cambiado.

Por esos días, hacía un año, Celia Capira en Arequipa había corrido detrás de la comitiva del presidente Vizcarra, gritando por ayuda para su esposo enfermo, quien falleció al cabo. El grito de Celia expresaba el miedo y la soledad en la que estaban inmersos todos, sin recursos o con ellos, pero igual solos ante el virus. La ministra Mazetti, recién designada en el cargo, parecía tener soluciones y había confianza en ella. Ahora, pese a las vacunas, el hombre cree que hay que seguir gritando como Celia para que otra vez la enfermedad no nos coja como lo hizo.

Luego de tres semanas, el hombre vuelve por la segunda dosis. 8:27 a. m., 15 de agosto. Esta vez, Xiomara, la enfermera, no sonríe pero cumple a cabalidad con su trabajo. Esta vez, el Dios F siente el pinchazo de una manera más real. Si bien, los dos siguientes días un dolor se le instalará en el brazo, el hombre confía en que ahora estará mejor preparado para hacer frente. Piensa que gracias a sus cuidados extremos estuvo indemne, pero que miles de personas no corrieron la misma suerte. Y eso todavía le da tristeza.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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