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Viaje al Cusco: entre chicha y pandemia

Christian Reynoso

Publicado: 2021-09-07

Cusco de noche. La ciudad parece dormida y solo algunos restaurantes tienen más comensales de lo que se podría esperar porque sus televisores transmiten el reciente partido Perú-Venezuela. Distingo el gras en las pantallas a medida que avanzamos en el auto con destino a nuestro alojamiento de Airbnb. Vuelvo al Cusco después de más de quince años. Es el primer viaje entre turístico y de investigación que emprendo desde las restricciones impuestas en marzo de 2020, por el Covid-19. Con las dosis de Pfizer en mi cuerpo puedo sentir confianza.

El viaje inicia en Puno por la mañana, y al mejor estilo mochilero nos detenemos en diversos pueblos y ciudades de la ruta: Pucará, donde Choquehuanca pronunció su famosa arenga a Bolívar; Ayaviri, para comer en la plaza principal el famoso kankacho de la tía Julia; Santa Rosa, para hacer fotos al imponente nevado Kunurana; Sicuani, ya en territorio cusqueño, para pasear por la parte antigua y visitar la bella iglesia de Pampacucho; San Pablo y San Pedro donde los lugareños y visitantes disfrutan de las aguas termales sin ninguna preocupación por el covid; el hermoso pueblito de Raqchi como para quedarse allí detenido para siempre; y, Tinta, con su extensa plaza de piedra y la casa-museo de Túpac Amaru.

Para entonces la noche se ha adueñado de la carretera y la premura por llegar fuerza a apretar el acelerador. Vemos desde la pista Urcos y su Cristo Blanco de brazos alados lo mismo que Andahuaylillas, mientras que la laguna de Huancapay será para otra ocasión. En Oropesa, al vuelo de la carretera, nos ofrecen los grandes panes chutas para los que no nos hacemos de rogar y en Saylla, a puertas del Cusco, compramos el chicharrón obligado para el desayuno del día siguiente.

Al día siguiente, las calles del centro cuzqueño guardan su habitual ritmo, color y paisaje local-foráneo, en medio de excavaciones y numerosas obras de alcantarillado. Más bien, el parque automotor y el tráfico han crecido enormemente, lo mismo que los agentes de turismo de a pie que insisten en ofrecer paquetes. Parece que el miedo al Covid-19 ha quedado atrás y la reactivación se consolida. Mientras que la zona comercial de Wanchaq, la urbanización Magisterio y los alrededores se han convertido en la zona moderna y acaso más onerosa de Cusco, en la que ya no es posible encontrar un caporal de rica chicha. Mala suerte.



Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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