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Miranda y Yanahuara

Christian Reynoso

Publicado: 2022-03-01

La plaza de Yanahuara en Arequipa luce fresca y verde. Los portales, desde donde se divisa el Misti, están atiborrados de turistas que se toman fotografías con el paisaje de fondo. Cada foto precede al ritual de quitarse la mascarilla. De pronto, se estacionan taxis y buses de los que descienden más grupos de turistas. Desde una banca, en el centro de la plaza, observo el trajín. Es la misma banca en la que solía sentarme con el poeta Efraín Miranda (Puno, 2/3/1925 – Arequipa, 10/4/2015), cada vez que lo visitaba en su casa, y bajábamos a conversar a la plaza.

La caminata de la casa a la banca podía durar un buen tiempo, debido al andar lento de Miranda. Además, gustaba de detenerse por largos instantes para contar alguna curiosidad de Yanahuara y de sus casonas de sillar. Entre ellas, su misma casa. Luego, el tiempo transcurría en medio de una conversación en la que hablábamos de poesía, literatura, política, fútbol, música, salud y sus recuerdos de juventud en Puno, Arequipa y Lima. Había mucho que aprender de la forma de ver la vida de Miranda en la que la soledad y la lectura confluían con armonía.

Llegada la hora del almuerzo dejábamos la banca para dirigirnos a un restaurante en los alrededores, en el que Miranda era bien recibido. Nuevamente la caminata podía extenderse más de lo usual. En el restaurante Miranda era quien invitaba y, a modo de sobremesa, pedía una segunda jarra de refresco. De vuelta en casa, abría una lata de piña en trozos y la charla proseguía en su habitación: Miranda se animaba a tocar la guitarra. The Beatles. Antes de despedirme me firmaba y obsequiaba sus libros, a pesar de que le decía que ya los tenía en mi biblioteca.

Sentado ahora en la banca de la plaza de Yanahuara tengo entre manos un libro de Miranda. Abro sus páginas al azar y de allí parece emerger una imagen. Como un ángel hermoso, de ojos luminosos, que regala su luz a este pedazo de lugar y sentir en construcción. Leo los versos: “En este sector del total universo/ ¿un individuo, sería suficiente/ para considerarse microuniverso?”. Entonces el ángel se sienta en la banca y segundos después me lleva a volar. Volamos por encima de la casa de Miranda. El patio empedrado. La guitarra se oye.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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