Marilyn y Humareda
Christian Reynoso
El 4 de agosto de 1962, por la noche, Marilyn Monroe fue encontrada muerta en la habitación de su casa de Brentwood, en California. Estaba echada sobre la cama y apenas una sábana blanca cubría su cuerpo desnudo. Tenía 36 años. Hasta el día de hoy la causa de su muerte es un misterio y decenas de hipótesis se han sostenido con el correr de los años y las investigaciones. Muerte por barbitúricos, suicidio, asesinato, inducción a sobredosis, en fin. ¿Había motivos para asesinarla? Todo parece indicar que sí. Dicen que sabía demasiado gracias a sus relaciones con miembros de las altas esferas de la política estadounidense.
El 4 de agosto de 1962, Víctor Humareda caminaba por las calles de Lima. Había salido cerca de las once de la mañana de su hotel de La Parada, en La Victoria. Como era sábado, día de feria, llevaba entre manos más hojas y lápices que de costumbre. Estaba listo a ganarse el pan, haciendo retratos por la ciudad, los mercados y los cafés. Le esperaba una larga jornada hasta llegar la noche y sentarse a tomar el mate de manzanilla obligado. Tenía 42 años. Seis años mayor que Marilyn, en realidad contemporáneos. Recién a los dos días se enteraría de su muerte.
La vida de Marilyn había sido como un tren rápido desde que, a los 18 años, empezó a modelar y poco a poco fue perfilando una carrera como cantante, bailarina y actriz, hasta llegar a ser una diosa de Hollywood. La promoción de su imagen, cuerpo y rubia melena, por encima de su talento, la convirtieron en un símbolo sexual en los años 50. De esta forma Humareda la conoció, a través del afiche de una de sus películas en un periódico limeño, entonces se enamoró de Marilyn. Empezó a venerarla. Tal vez algún impulso sexual superior a la contemplación de la belleza lo incitaba a sostener ese tipo de encadenamiento.
La fama empezó a cobrar factura a Marilyn, mientras que su vida amorosa se encarrilaba en aventuras y matrimonios publicitados, a la larga efímeros. El deseo nunca satisfecho, los pocos amigos verdaderos, la crítica, podían influir fácilmente en su estado de ánimo. Humareda empezó a fantasear con Marilyn y bocetar su rostro, consiguió una fotografía de ella a la que le puso un bastidor y colgó en la pared, al lado del sillón en el que conversaba con sus maestros. Se decía que Marilyn nunca usaba ropa interior. Él trataba de descubrirlo. Humareda vivió todavía mucho más que ella. Marilyn vivió 36 y él 66 años, años de soledad.
Escrito por
Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.