#CómoSalimosDeEsta

Apagones

Christian Reynoso

Publicado: 2022-12-27

Por desperfectos en la planta eléctrica de Puno, los últimos días han ocurrido apagones en diversos sectores de la ciudad, sino en toda. La noche de Navidad, por ejemplo, pasada las doce, hubo apagones continuos en que la luz se apagaba y prendía. Otro más reciente se prolongó por un poco más de cuatro horas, desde antes de las ocho de la noche, tras escucharse un estallido en la planta eléctrica. Un desperfecto mayor que puso a la ciudad en tinieblas. Solo algunos postes de luz, vaya a saber por qué, siguieron alumbrando.

Dado que el apagón o corte de luz es intempestivo, las primeras sensaciones son de incertidumbre y temor, seguido del deseo de que pronto vuelva la luz. Con el paso de los minutos uno va adecuándose a la oscuridad, mientras un silencio calmo empieza a posarse en el ambiente, por lo que cualquier ruido externo, como la bocina o el motor de un auto, se sobredimensiona. Enseguida, nos alumbramos con el celular (que siempre está a la mano), para buscar la vela y los fósforos o el encendedor.

Los apagones de estos días y las consecuentes sensaciones traen el recuerdo de las circunstancias similares vividas en los años ochenta y comienzos de los noventa, en medio de los atentados terroristas. Normalmente pasaba que se “volaban” las torres de alta tensión, pero como ya estábamos acostumbrados a ello, teníamos a mano velas, fósforos y linternas en lugares estratégicos de la casa o en los bolsillos, para prender mecheros y lámparas a kerosene, o encender las famosas lámparas Petromax, que procuraban mayor luz.

Si el apagón te cogía en la calle había que apurarse en volver a casa, guiándose de las luces de los autos que apretaban el acelerador para volver cuánto antes. No se sabía qué más podía pasar. En casa nos pegábamos a la radio (a pilas), para escuchar alguna noticia de lo que hubiera ocurrido, pero las radios locales no tenían señal por efecto del apagón, y las nacionales no contaban con información in situ. Había que esperar al día siguiente. Pero no todo era angustia: subíamos a la azotea para ver el cielo renegro, poblado de miles de estrellas estáticas y en movimiento. El reto era encontrar Las Tres Marías, la Cruz del Sur o imaginar otras constelaciones.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Autor de las novelas: "La tempestad que te desnuda", "El rumor de las aguas mansas" y "Febrero lujuria".


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