“¿De qué nación hablamos?”
Christian Reynoso
No debe sorprendernos que el Congreso de la República haya archivado los recientes proyectos del Ejecutivo para el adelanto de elecciones en 2023, ni que haya bloqueado las iniciativas de algunos congresistas con tal fin. El Congreso siempre ha actuado de espaldas al Perú, y esta no iba a ser la excepción. No les interesa ni el país ni las demandas ciudadanas que ya llevan más de un mes de manifestaciones en diversas regiones y en la capital, con el saldo de más de sesenta muertos y un panorama que no parece encontrar solución. El Congreso una vez más solo ha cuidado sus intereses y sus bolsillos. Un discurso ya redundante, pero que es necesario decirlo una y otra vez.
Mientras tanto, la presidenta Dina Boluarte y su gabinete viven en un país de fantasía. Según las últimas encuestas más del 70% del país pide su renuncia y desaprueba su gestión, sin embargo, Boluarte cree que quien pide su dimisión solo es un grupo minoritario de violentistas. También Boluarte cree que los 17 muertos en Juliaca, el pasado 9 de enero, han sido producto de balas dum dum disparadas por los propios ciudadanos, hecho que contradice los informes médicos y llena de vergüenza una situación dolorosa y abusiva. De esta manera, hay una narrativa mentirosa que intenta justificar la represión y el abuso, las muertes y la estupidez de una clase política que no escucha a la mayoría del país.
Parece que vamos en camino de una dictadura sino la estamos viviendo ya. Las movilizaciones y protestas legítimas, en tanto inaceptable la continuidad de un gobierno asesino que se aferra al poder, y que están colmadas de indignación y hastío por los políticos, además del cansancio de una desigualdad estructural con guiños racistas, están siendo criminalizadas, “terruqueadas” y combatidas con balas. A lo que se suman estados de emergencia, militarización, detenciones arbitrarias, sojuzgamientos convenencieros (véase las detenciones de los manifestantes por causa de sus cuadernos de cuentas), persecución y abuso ante la libertad de expresión (véase la detención de Aida Aroni Chilcce, mujer campesina), y la concentración de una prensa limeña parcializada.
De esta manera, la crisis que vivimos (en la que unos son más afectados que otros), ha vuelto a poner en tapete de manera violenta y sostenida las distancias sociales, económicas, políticas y culturales en la que vivimos los peruanos. Lo que conducirá a una polarización que, lejos de servir para corregir y dialogar, no hará más que acrecentar las diferencias. Así, mientras la clase política no tome cartas en el asunto más allá de sus intereses, habrá siempre una fractura difícil de curar, como si fuéramos una nación huérfana. Tal como el Covid-19 que nos mostró un Perú desnudo, sin oxígeno ni hospitales. Cabe preguntarse, entonces, como lo hace Aida Aroni, tras haber sido apresada abusivamente y 48 horas después liberada: “¿De qué nación hablamos?”.
Escrito por
Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.