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Foto: ANDINA/Héctor Vinces.

Los ríos profundos

Christian Reynoso

Publicado: 2023-03-21

El hombre que aparenta unos sesenta años está vestido con una camiseta raída de color amarillo, un pantalón de buzo salpicado de barro y unas botas de jebe, que apenas muestran su color negro porque también están cubiertas de barro. Un yoque viejo apenas deja ver el rostro del hombre, pero se observa que está sudoroso, cansado, y lo que es peor, triste, acaso resignado. Sostiene, como si fuera lo único que tiene en el mundo, una pala con la cual lucha contra los escombros que ha dejado el huaico. El hombre busca a su hija, el cuerpo de su hija. Ella, que era una veinteañera, ha sido literalmente enterrada por el huaico hace un par de días.

En otro lugar, un padre y su hija buscan a la madre que ha desaparecido en el torrente del río. Aún mantienen esperanza de que esté viva, pero en verdad hay pocas posibilidades. El cuerpo de la madre probablemente haya sido arrastrado aguas abajo y haya muerto ahogada. Imposible que haya podido nadar en estos ríos “cargados del agua más pesada y turbulenta”. Tal vez, la mujer ha intentado salvarse, “inútilmente, como los peces de los ríos, cuando caen en el agua turbia de los aluviones”. Pero padre e hija siguen buscando. Han pedido ayuda a las autoridades y oran a una virgen.

Y “yo quedé fuera del círculo, mirándolos, como quien contempla pasar la creciente de esos ríos andinos de régimen imprevisible; tan secos, tan pedregosos, tan humildes y vacíos durante años, y (que) en algún verano entoldado, al precipitarse las nubes, se hinchan de un agua salpicante, y se hacen profundos; detienen al transeúnte, despiertan en su corazón y su mente meditaciones y temores desconocidos”, como ha escrito José María. El hombre de sesenta años y pala dice que ya conoce a estos “ríos bravos, a estos ríos traicioneros; sé cómo andan, cómo crecen, qué fuerza tienen por dentro; por qué sitios pasan sus venas”. Pero, a pesar de eso, no ha podido evitar la desgracia.

En otros tiempos, cuando la naturaleza es amigable, los ríos “cantan con la música más hermosa al chocar contra las piedras y las islas”. Por eso es hermoso vivir cerca de los ríos, dicen el padre y la hija. Pero también han visto por el celular cómo una casa de tres pisos en la orilla de un río se ha derrumbado en un par de segundos con la fuerza del caudal y se ha pulverizado en los ríos profundos. “¿Por qué, en los ríos profundos, en estos abismos de rocas, de arbustos y sol, el tono de las canciones era dulce, siendo bravío el torrente poderoso de las aguas, teniendo los precipicios ese semblante aterrador?”, se preguntan ahora.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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