¿Podemos decir los peruanos que nuestra justicia es infalible y que, aunque tarda, llega, ahora que Alejandro Toledo, otro expresidente, ha sido encarcelado por actos de corrupción a la espera de un juicio? O más bien, ¿debemos sentirnos avergonzados de que casi todos los presidentes que hemos tenido en poco más de treinta y cinco años han estado envueltos en corrupción? Y que, como resultado de ello, han sido encarcelados o sujetos a mandato de comparecencia, sin contar que uno de ellos prefirió la muerte antes que la cárcel.

La imagen en conjunto es que en el Perú la política es sinónimo de corrupción y quienes la ejercen unos ladrones. Ahora mismo, hay seis congresistas mujeres de distintas bancadas investigadas por recortar el sueldo de sus trabajadores en beneficio propio. En realidad, otra manera de robar. Y esto es solo un ejemplo de los casos que son denunciados, porque cuántos no habrá que desconocemos. Así, el ejercicio de los políticos en nuestro país se sustenta en el aprovechamiento personal o partidario, por encima de la labor para la cual han sido elegidos, con algunas contadas excepciones.

Se dice que el electorado tiene la culpa, que son los ciudadanos y ciudadanas quienes eligen a este tipo de autoridades. Pero eso es disminuir una responsabilidad que atañe a la honestidad del candidato al cargo público y al discurso que propone. No obstante, pretender ejercer un voto racional e informado, resulta difícil en un país tan golpeado y cansado, tan diverso y desigual socialmente, y tan lleno de olvidos, sin contar la distancia que la gran mayoría siente por lo político. Así, más importante y patriótico es marchar y hermanarse por un partido de la selección de fútbol que por un reclamo social.

Joseph de Maistre dijo que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Frase que luego Malraux modificó para decir que no es que los pueblos tengan los gobiernos que se merecen, sino que el pueblo tiene los gobernantes que se le parecen. ¿Cuánto de esto es verdad para el caso peruano? Presidentes ladrones, corruptos, mentirosos, asesinos; congresistas oportunistas, violadores; alcaldes y gobernadores flojos, y un largo etcétera, ¿son acaso el reflejo de la sociedad peruana? Si es así, ¿debemos aceptarlo y conformarnos? O más bien, resistirnos y luchar porque no sea así. ¿Realidad o ficción?