“La casa en Jauja está solitaria”, me dice Betty, en la sala de su departamento, con el rumor del mar que se cuela por la ventana. “Hace algunos años refaccionamos la fachada, pero ahora ya nadie vive en ella”, añade. Betty Martínez es la esposa de Edgardo Rivera Martínez (1933-2018), el autor de la novela “País de Jauja” (1993). Y la casa a la que se refiere es el caserón familiar, situado a pocas cuadras de la plaza principal de Jauja, en la que Edgardo y su hermano Miguel jugaron y crecieron, y luego Edgardo convirtió en escenario de su novela, para las correrías del adolescente Claudio Alaya, el protagonista.

Es verdad. La casa. Cómo no recordar aquella casa de la novela en la que Claudio toca el piano, entre las paredes de dos mundos aparentemente enfrentados, pero que en él y su sensibilidad se dan la mano. Por eso, interpreta piezas de Mozart y Bach, al mismo tiempo que huaynos jaujinos. Posteriormente, en la vida real, el piano fue traído a Lima y al cabo de los años Edgardo decidió venderlo. Pero el país de Jauja se mantuvo incólume, con sus objetos y circunstancias, a través de la novela. Tal vez la literatura como una forma de preservar la memoria y la historia.

Este mayo de 2023, se cumplen treinta años de la publicación de “País de Jauja”. La primera edición data de mayo de 1993, bajo el sello La Voz Ediciones (Lima), creado por Efraín Ruiz Caro, director del diario “La Voz” (1986-1988), en el que Edgardo tuvo a cargo la página cultural. Según los créditos, en la práctica la novela se imprimió en los talleres de la Editorial Bellido en La Victoria y se compaginó y encuadernó en la imprenta de la Universidad de San Marcos. La Voz Ediciones, cuyo logo fue ideado por Jesús Ruiz Durand, había publicado en 1991, “Historia de la prensa peruana 1594-1990” de Juan Gargurevich, y posteriormente siguió publicando otros títulos de este autor.

“País de Jauja”, ambientada a fines de los años cuarenta en Jauja, plantea como tema de fondo el conflicto cultural entre lo occidental y lo andino, acaso un conflicto todavía presente hoy. La opción de Rivera Martínez fue conciliadora antes que traumática y excluyente. Pero si hay un país de Jauja, también hay una “Casa de Jauja”, un poemario de Rivera Martínez publicado en 1980. El tránsito de la casa al país, el espacio de lo familiar como proyección de lo social, pero, por alguna razón, marcado por la soledad. Dicen los versos finales: “Solo estoy / en mi casa de Jauja, / (...) / Solo estoy / y es tan hermosa la palabra…”.