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Corrupción… esa palabrita

Christian Reynoso

Publicado: 2023-06-06

Parece que la corrupción en el Perú se ha naturalizado, al igual que la violencia contra la mujer, que cada vez produce menos indignación en la ciudadanía, en los medios y en los operadores de justicia. Parece que se ha vuelto una palabrita corriente en el devenir del país. Puedes ser corrupto ―como muchos congresistas de la República―, pero no recibir una sola sanción ni mucho menos ser señalado con el dedo acusador. Es decir, puedes ser corrupto, dar o recibir sobornos, y salir a la calle como si no hubiera sucedido nada. Es que, tal vez, todos somos corruptos en mayor o menor medida y entonces nadie tiene derecho a acusar.

Entre las varias acepciones de la palabra corrupción tenemos: “En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización indebida o ilícita de las funciones de aquellas en provecho de sus gestores”. Mientras que soborno o coima, “es la acción y efecto de sobornar”, la “dádiva con que se soborna” y la “cosa que mueve, impele o excita el ánimo para inclinarlo a complacer a otra persona”, según las definiciones de la Real Academia Española. Así, corrupción-soborno/coima son una dupla que involucra dos partes: quien soborna y quien es sobornado, pero parece que no siempre la lectura es así.

Un caso reciente es el de la empresaria constructora Sada Goray, quien ha sobornado con más de 4 millones de soles a operadores del gobierno para obtener beneficios en proyectos del Fondo Mivivienda. Sin embargo, a su alrededor hay una especie de conmiseración para hacerla ver como la víctima del acto de corrupción. Quién sabe si por su posición privilegiada y poder económico, pero lo cierto es que la empresaria es tan corrupta como quien pidió y recibió el soborno. Pues, una persona que paga un soborno o coima, porque va a obtener un beneficio, es tan corrupta como quien la recibe. Goray no iba a pagar más de 4 millones de soles por nada.

Igual de corruptos son muchos de los congresistas peruanos, además de conchudos (en lo que podemos encontrar un cierto tipo de corrupción ética). Congresistas que roban a sus trabajadores recortándoles el sueldo y no reciben sanción. Congresistas que viajan al extranjero y no rinden cuentas ni brindan un aporte significativo al país con estos viajes. Otros que viven a expensas de las prebendas y estafan a la ciudadanía que los ha elegido. Otros que ni siquiera viven en el país. Otros que se abstienen de sancionar a sus pares corruptos, homologándose con ellos. Hay pues una corrupción generalizada, una depravación moral de la conducta que horroriza, pero que al mismo tiempo permitimos. ¿No somos también corruptos en ese sentido?


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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