Los caminos de la vida
Christian Reynoso
“Los caminos de la vida”, es el título de la más reciente muestra del pintor Alberto Quintanilla del Mar (Cusco, 1932), en la Galería Pancho Fierro del cercado, auspiciada por la Municipalidad Metropolitana de Lima, abierta hasta comienzo de octubre próximo. Quintanilla a sus 91 años, ya no piensa en la edad, y sigue trabajando y produciendo arte con un espíritu jocoso y crítico; y, desde luego, sigue exponiendo y concibiendo planes para el futuro. “Los caminos de la vida”, es la evidencia de ello. Quintanilla sigue en pie.
Cuando Quintanilla habla de sus amigos y de los pintores contemporáneos que ha conocido y con quienes ha caminado, se siente un poco solo. La gran mayoría de ellos han muerto. Por ejemplo, Fernando Botero, quien nació el mismo año que él, ha muerto hace unos días. Tal vez esto haga que Quintanilla se obligue a ser más fuerte y se sienta con la responsabilidad de seguir viviendo, pues debe seguir creando, en realidad, el único mandato que ha conocido desde que decidió convertirse en pintor, allá por los años cuarenta. Enseguida, dejó su Cusco natal para continuar estudios en Lima y luego partió a París. Sus caminos.
“Los caminos de la vida”, reúne por primera vez todos los registros artísticos por los que Quintanilla ha transitado. El espectador podrá apreciar los primerísimos grabados que datan de la década del sesenta en donde se advierten las formas primigenias de los futuros personajes quintanillescos que empezarán a poblar sus litografías y óleos de los años posteriores. La litografía “Los magos” (1974), deja ver al perro de dos cabezas, aún en estado salvaje; al hombre de dos caras sobre una rueda (la rueda un elemento importante en su obra) y al ente volador Willaq Uma. Una triada que ha marcado en gran medida el camino artístico de Quintanilla.
También se podrán ver óleos de formato grande, además de las esculturas en fierro forjado entre las que destacan “Los músicos de la aldea”, un bestiario integrado por el burro, perro, gato y gallo en una sola estructura. A esto se añade las máscaras de fierro y cartón y los juguetes de residuos. Una inacabable imaginación que se apoya en el talento de la manualidad para convertir desechos y cartones en obras de arte. Finalmente, se ven dibujos a bolígrafo en tanto bocetos y obras acabadas. Una muestra que podría ampliarse, pues Quintanilla suele jactarse de tener obra para varias exposiciones en simultáneo. Es verdad, y por eso mismo, es momento de pensar en el destino de la vasta obra que guarda en Lima y en París. La idea de un museo para su obra debe ser ya un tema a discutirse desde la iniciativa privada o estatal.
Escrito por
Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.