La mentira, en el Perú, es una característica inherente de la gran mayoría de los políticos. Se ha naturalizado de una forma en la que a los ciudadanos ya no parece importarle ni mucho menos, lo que hace que los políticos sigan mintiendo con impunidad y sin recibir sanción. Mienten, engañan, se defienden con mentiras, trastocan la realidad mediante interpretaciones mentirosas para sacar provecho. Todo vale. Estos días, a propósito de su viaje a Estados Unidos, la presidenta Dina Boluarte junto con varios de sus funcionarios también han mentido.

Pero una cosa es mentir, otra cosa es mentir con absoluto descaro (lo que no contempla el arrepentimiento) y otra cosa es evadir la realidad y perder el sentido de la memoria. Boluarte padece de todas estas formas de engaño. Por ejemplo, en Estados Unidos ha dicho que “el Perú ahora es un país que está en calma, que está en paz”, luego del golpe de Estado de diciembre pasado. Pero, en realidad, va a cumplirse un año de que el país está en una latente convulsión social con intervalos de calma, con más de 60 muertos por causa de la represión del Estado y con muchas mentiras del gobierno en cuanto a la responsabilidad de los hechos.

A este escenario hay que sumar el clima ultraviolento que se vive como consecuencia de la delincuencia que se ha adueñado, especialmente, de las calles de la capital; una violencia sin límite que se despabila y refuerza con la presencia de mafias y grupos delictivos extranjeros. ¿De qué calma y paz habla Boluarte? Evidentemente, está sumergida en una burbuja de poder que la aísla de la realidad. Sus viajes al extranjero frívolos y sin resultados significativos, que además cuestan grandes montos, son un insulto para lo que está viviendo el Perú.

Una presidenta con este tipo de lectura del país es una amenaza, pues su cinismo es peligroso, lo mismo que su inacción, porque eso es lo que se siente en las calles: que no hace nada. Los estados de emergencia no han servido y la debilidad de la policía que ni siquiera cuenta con patrulleros propios resulta un fiasco frente a la bien organizada hampa. También es preocupante que no haya voces opositoras y que la sociedad civil no reúna la fuerza suficiente para exigir cambios. Más mentiras y cinismo es lo único que hay.