La lucha por el poder político en el Perú es encarnizada y vengativa. Sería razonable si en medio estaría el deseo de solucionar las necesidades más apremiantes del país, pues los políticos y funcionarios son quienes toman las decisiones para ello. Pero, no. La lucha política en el Perú tiene como especial objetivo la defensa del interés personal y el feudo del puesto de trabajo y todo lo que se puede esquilmar de él. En todo caso, son pocos los políticos y funcionarios, en los distintos niveles, a quienes realmente les interesa el país y los ciudadanos y sus problemas, y hacen gestión al respecto.

Las recientes revelaciones —que ya eran vox populi— en torno a la fiscal de la Nación, Patricia Benavides y su asesor, que muestran la forma cómo se ejecutaba y negociaba los intereses de la fiscal en contubernio con congresistas de la República y el gobierno para no dejar que los “caviares” y “vizcarristas” (en referencia al ex presidente Martín Vizcarra) se apropiaran o continuaran en puestos claves, comprueban que el juego del poder está por encima de cualquier cosa sin importar pisotear para ello el respeto por la democracia.

Desde luego, no habría que pensar mucho para que una situación así desembocara en la destitución y/o renuncia de la fiscal, inmediatamente. Pero en tanto no hay decencia política sino más bien impunidad probablemente estemos lejos de ello. Lo mismo ocurre con la presidenta Dina Boluarte, a la sazón denunciada por la fiscal Benavides por presunto delito de homicidio en las protestas sociales de comienzos de año, y a quien claramente las riendas del país se le han ido de las manos, entre viajes inútiles y desprecio por la vida de los peruanos, y con apenas 8 % de aprobación.

Cuando las alianzas interesadas, corruptas y acomodaticias se rompen, las garras suelen estar más afiladas puesto que cada parte se vuelve en una amenaza para la otra. Empiezan las represalias, las “maniobras políticas”, pero irónicamente dejan una puerta abierta para que la verdad empiece a emerger y ayude a comprender los rompecabezas del poder. Algo de ello ha ocurrido entre la fiscal y la presidenta. El contexto en general de podredumbre política que vivimos, sin consciencia de la realidad, junto con un panorama ultraviolento, deberían ser razones para cambios urgentes y renuncias dignas, si cabe el término.

Redacción de la columna: 1:00 p.m.