El hombre araña de París
Christian Reynoso
En la madrugada del 20 de mayo de 2010, Vjeran Tomic, un cuarentón solitario, entró al Museo de Arte Moderno de París, luego de un paciente estudio del sistema de seguridad, y con toda cautela y regocijo se llevó consigo cinco cuadros: “Naturaleza muerta con candelabro” de Léger, “Pastoral” de Matisse, “Paloma con guisantes” de Picasso, “Mujer con abanico” de Modigliani y “Olivo cerca de l´Estaque” de Braque. Dejó los marcos en los exteriores como testigos mudos del gran robo. El terror para la comunidad artística francesa llegó con las primeras horas de la mañana.
El documental “Vjeran Tomic: El hombre araña de París” (Netflix, 2023), cuenta la historia de este ladrón. En realidad, resalta su hazaña. Tomic es hasta hoy quien, sin ayuda de nadie, ha llevado a cabo y con éxito el mayor robo de arte en la historia de Francia. Tal vez por ello, hoy se ha convertido en un antihéroe. Desde luego, supo aprovechar su experiencia como ladrón de pisos de la clase alta parisina, sin uso de violencia, y su habilidad para deslizarse por techos y cornisas que le valieron el apodo de “hombre araña”. A lo que se suma su inteligencia, paciencia y talante frío.
Esto parece ser el centro del documental, más allá de la condena del hecho delictivo. En todo caso, el reconocimiento de aquello que parecía sencillamente imposible de ejecutar, y que para un hombre deviene en el mayor reto de su vida porque sabe que, materialmente, es posible hacerlo y será recordado por ello. La vanidad. La adrenalina. El saberse único y respetado, casi similar a lo que se puede sentir si se es poseedor de un cuadro de Picasso o de Modigliani, por ejemplo, que son objetos de arte únicos en el mundo y que te convierten en una suerte de privilegiado.
Como suele suceder en este tipo de hurtos, casi nunca se sabe nada de las piezas robadas. El silencio de los coleccionistas y traficantes es elocuente, y pueden pasar décadas para que haya noticia alguna. En este punto, acaso el documental puede resultar inspirador para futuros ladrones de arte, dispuestos a todo con tal de hacerse de las obras. Por lo demás, los cuadros que robó Tomic están valorizados en más de cien millones de euros y siguen sin aparecer. Corre la versión de que fueron destruidos, pero es algo que nadie en su sano juicio creería. Tomic apenas recibió algo más de 40 mil euros por parte del galerista a quien entregó los cuadros, para luego de un año ser atrapado y condenado a prisión.
Escrito por
Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.