Tabalosos: ¿el pueblo gay del Perú?
Christian Reynoso
La historia, en realidad, es más un rumor generalizado: aquel que bebe el agua de Tabalosos se vuelve homosexual. ¿Está bien dicho afirmar eso? ¿Es posible? Como sea, es el rumor, es la historia que se cuenta, aunque en el pueblo de Tabalosos, ubicado a cuarenta minutos de Tarapoto, nadie lo cree y, más bien, la población muestra una actitud de condena ante tamaña afrenta. En todo caso, no hay ningún tabalosino que avale tal afirmación. No obstante, se ha vuelto dificultoso combatir o desterrar el peso de este mito que se ha instalado con fuerza y acaso humor en el imaginario de la región San Martín desde hace varias décadas.
El programa de televisión Cuarto Poder hace algunos años recogió la molestia de los tabalosinos, quienes cerraron el paso de la carretera y obligaron a beber el agua a los viajeros como señal de protesta. Pero, el efecto fue contrario: el mito se difundió de una manera exponencial. Sin embargo, la historia viene de la década del noventa. Sucedió que, en una batida realizada en una discoteca de Tarapoto, agruparon a los asistentes en hombres, mujeres y homosexuales para interrogarlos. A un gay tarapotino se le ocurrió decir que venía de Tabalosos, para despistar y protegerse de la vergüenza ante su familia. El siguiente repitió lo mismo y así sucesivamente. Para la policía quedó claro que Tabalosos era tierra de homosexuales. Luego, un periodista local corrió la noticia.
Llegamos a Tabalosos llevados por el mito y la curiosidad de buscar la famosa agua y constatar la creencia. ¿Dónde está la agüita? ¿Hay que tomarla del caño? ¿Hay que recogerla del río? ¿Hay que comprarla embotellada? Lo primero que llama nuestra atención es la plaza con su colorido aviso: “Bienvenidos a Tabalosos, tierra de fe y progreso”. En frente, la iglesia es el monumento más importante y mejor acondicionado del pueblo, donde se venera a la Virgen de la Natividad. Se dice que los tabalosinos son muy creyentes y trabajadores. La agricultura es su sustento. Más allá, unos niños juegan con agua, la beben y la escupen; y unos abuelos conversan a la vera de sus casas. El pueblo en calma se alista a recibir el fin de la tarde.
De pronto todo cambia. Preguntamos a unas vendedoras por la agüita y las alarmas se encienden. Nos responden con desafecto y una de ellas coge un palo. La ira parece dominarla y nosotros pensamos en correr seriamente hacia la iglesia. Comprendemos que cualquier mención al asunto es motivo de molestia. Decidimos alejarnos. Nos sentamos en un puesto de frituras donde bebemos agua de cebada, con agua de Tabalosos desde luego. La dependienta, que no es tabalosina, pero vive hace 15 años allí se ríe de lo ocurrido. “Al final, los gays están en todas partes, con agüita o sin agüita”, dice. Y ya no sabemos si la historia del agua es un estigma para Tabalosos o más bien una oportunidad perdida de la que han podido sacar provecho para estimular algún tipo de turismo y economía. Por lo demás, después de varias semanas, estamos seguros que el agua de Tabalosos no nos ha cambiado el gusto.
Escrito por
Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.