Pasó la Semana Santa y junto con ella el escándalo de los Rolex y las pulseras de Dina Boluarte. El show alcanzó para unos días de agitación y contrición, pero seguimos en las mismas, comiendo carne y atragantándonos con la política local. Hoy, los peruanos no sabemos nada acerca de la procedencia de las joyas ni cómo la presidenta las ostenta si su sueldo no le alcanza para tal. Mientras, el gabinete, con algunos cambios que parecen responder a la entrega de cuotas de poder, se apresta a pedir el voto de confianza, como si nada. Del Perú delincuencial al Perú de los Rolex.

La situación de los Rolex y pulseras ya dejaron de dar la hora, y parece demostrarse que no hay nada que pueda romper la componenda entre los sectores políticos fariseos del país, el Congreso y el Ejecutivo en el objetivo de mantenerse en el poder, a como dé lugar, al menos hasta el 2026. Pues, no importa la gravedad de las denuncias, en este caso de enriquecimiento ilícito; al final, todo pasa por agua tibia (o agua bendita), para enseguida escurrirse por el caño.

Boluarte seguirá en el gobierno, imperturbable y con el cinismo que la caracteriza. No hay razón para pensar lo contrario. Ni siquiera los muertos que carga como la cruz de Cristo desde el inicio de su gestión han sido razón suficiente para que dé un paso al costado, menos lo será una colección de relojes y pulseras. Pero, a estas alturas, es obvio que bajo las muñecas de la presidenta hay favores, corruptelas y actos de resurrección en favor de intereses propios y ajenos.

La estabilidad democrática es un cuento que, en estos años de política caníbal, solo sirve de careta para seguir lucrando de la función pública sin hacer nada por el país ni establecer una agenda de solución a los problemas sociales. Da la impresión de que la estabilidad se ha vuelto una garantía para que la clase política asalte el Perú sin que nadie diga nada. Boluarte, además, ha institucionalizado un gobierno del miedo, pues ya no hay marchas ni movilizaciones relevantes con capacidad de producir cambios. El país está detenido en una hora incierta. La hora del Rolex.