Desfiles patrios
Christian Reynoso
Suelo ver la parada militar de Fiestas Patrias, en la avenida Brasil, en Lima, no porque me interese realmente, sino por tener a mano un balcón que, desde su altura, me permite observar obligatoriamente el paso de los marchantes. También es ocasión para reunir a algunos amigos, con quienes, bajo el pretexto del desfile, disfrutamos de un desayuno-almuerzo, además de algunas cervezas que pueden prolongarse hasta la noche en el marco de la celebración, entre comillas, de las Fiestas Patrias, pues a menudo dicen: “Así como va el país no hay nada que celebrar”.
No tengo simpatía por los desfiles castrenses, tal vez desde los años de colegio en que cada 28 nos hacían desfilar obligatoriamente a paso marcial, bajo la tozudez de ciertos profesores para quienes esa era la máxima expresión de demostrar el amor al país. Al diablo. Pero, entonces, el desfile involucraba un ritual social-económico tanto para alumnos como para profesores. Uniforme nuevo, zapatos nuevos, cuotas, horas de ensayo extra y otras que había que desquitar a las clases, e incluso la contratación de milicos que enseñaran a levantar las piernas. El orgullo patrio en su apogeo; el asco y la transgresión tras bambalinas.
De cualquier manera, desde mi balcón escucho los vítores del público apostado a los costados de la avenida, ante el paso de los batallones de marchantes. Es cierto que quisiera contagiarme de su entusiasmo y hurras, pero me encuentro limitado para ello. Lo mismo me ocurre con la religión y la llama de fe en los actos litúrgicos. Quisiera creer, pero nada, soy un descreído. Pero sí debo admitir que las bandas de músicos de la Marina de Guerra y de la Fuerza Aérea llaman mi atención. Son calificados ejecutores y para los desfiles de Fiestas Patrias suelen interpretar excelentes soundtracks.
Los desfiles militares sirven para exhibir el poderío, la gallardía y el honor de las fuerzas armadas de un país. Muy bien. Hay en torno una identificación desde un sector de la ciudadanía, pero resulta irónico que todo ese arsenal y recurso humano en el Perú se mantenga distante de algunos problemas urgentes: por ejemplo, la maldición de la delincuencia diaria, labor que le corresponde a la policía, pero… Por su parte, la Compañía de Bomberos, siempre es vitoreada y con justicia. Pese a sus limitaciones presupuestales y las labores impagas parece que hacen mucho más por el país. Y eso se reconoce. Y eso debería cambiar.
Escrito por
Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.