Incendios políticos y forestales
Christian Reynoso
La muerte de Alberto Fujimori era algo que se veía venir. La edad y su deteriorada salud lo anunciaban. Por eso, era imposible que pudiera volver a postular a la presidencia, además de las implicancias legales que se lo impedían, aunque en el Perú, como ocurre, siempre hay chance de sacarles la vuelta. No obstante, Fujimori y compañía barajaron la posibilidad. Ahora que Fujimori ha muerto todo se reduce a la nada, como en los incendios, pero está claro que el fujimorismo seguirá en pie. En todo caso, ¿es posible que haya algún albertista con intención de ocupar ese espacio de liderazgo en oposición a la ahora llamada lideresa natural?
La muerte de Alberto Fujimori ha suscitado un circo mediático de aquellos a los que ya estamos acostumbrados en el Perú. Hemos visto a un sector de la prensa con una manifiesta idiotez hasta el delirio sin ningún atisbo de dignidad y espíritu crítico. Lo mismo que un sector de la ciudadanía que, con todo derecho, ha expresado su pesar y admiración por Fujimori, pero es renuente y olvidadizo respecto de su lado gris. Asimismo, un sector crítico, especialmente visible en las redes, ha recordado los pasajes siniestros del régimen fujimorista y las razones por las cuales Fujimori estuvo encarcelado. La polarización habitual.
Mientras Alberto Fujimori era velado el gobierno de Dina Boluarte declaró tres días de duelo nacional. Es decir, un país paralizado —pese a la ingente cantidad de problemas por resolver— y con una sola agenda sobre la mesa: las exequias de Fujimori. A su turno, los honores de Estado que se le brindaron, más allá de lo protocolar, en realidad son una manera de lavar la cara al responsable político de una historia de violencia, asesinatos, corrupción, delincuencia política e impunidad que ha trastocado nuestro país desde hace tres décadas. Puro incendio.
Mientras todo ello ocurría, numerosos territorios de la Amazonía peruana se incendiaban sin que el gobierno expresara preocupación. Han tenido que pasar las exequias para que la presidenta Boluarte vaya a inspeccionar las zonas, en vez de procurar en lo inmediato el estado de emergencia o la ayuda internacional para frenar la expansión del fuego y salvaguardar los ecosistemas. Ya los gobiernos regionales se han visto rebasados. Hasta hoy, hay al menos quince muertos, un centenar de heridos, comunidades nativas afectadas y miles de hectáreas siniestradas, pero eso parece aún insuficiente. Desde luego, los muertos no son tema serio para este gobierno. Los incendios continúan y las cenizas nos manchan con cada minuto que pasa.
Escrito por
Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.