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Dulce naranja, dulce Gloria

Christian Reynoso

Publicado: 2024-10-15

Gloria Mendoza Borda (Puno, 1948), ha recibido un homenaje y reconocimiento por su trabajo y trayectoria poética que abarca más de cincuenta años, en la Feria Internacional del Libro de Juliaca 2024. Gloria ha agradecido el gesto y ha contado pasajes de su vida infantil y adolescente en el pueblito puneño de Sollata, en los tiempos en los que las naranjas eran las frutas más codiciadas y formaban parte de la vida andina. Naranjas dulces y grandes que acompañaban su diario vivir junto con su madre. De esos recuerdos, luego, Gloria escribió los poemas que forman parte de su libro “Dulce naranja dulce luna” (2001), uno entre los catorce que ha publicado desde “Los grillos tomaron tu cimbre” (1971), su primer libro.

“Dulce naranja dulce luna”, está conformado por ocho apartados que, en unidad, y como un río, dan cuenta de las distintas sensibilidades y motivos temáticos que Gloria Mendoza ha asumido como claves de su poesía. Encontramos un filón evocativo que conduce al pasado en distintos pueblos del sur peruano; el rescate de la identidad andina, olvidada o menospreciada y que, mediante la belleza de la palabra, es necesaria mostrarla, gritarla, defenderla; el deseo de dar voz, a través de su yo poético, a otras mujeres que han tenido un papel importante de resistencia en la historia; la construcción de un imaginario poético que se ancla en claves autorreferenciales y la manera cómo la artista ve el mundo, lo piensa, lo siente y lo vive.

El poema “Canto a mis cabellos” que pertenece al apartado “Entre designios y palabras”, es un ejemplo de ello y uno de los que adquieren ese grosor, y que alcanza un tono intimista a la vez que se consustancia con el viento y la lluvia; digamos, los cabellos como hilos que sujetan lo tangible con lo intangible, la historia personal con la colectiva; los cabellos como lianas que se encargan de enlazar la memoria de la poeta con el devenir de los pueblos que ha recorrido; los cabellos que quedan, que nacen y se van como una forma de conquistar nuevas historias. Los cabellos negros y largos, hermosos, ondulantes (como los de la propia Gloria), que empiezan a caer, transformarse y a cambiar de color y que “a veces/ relucientes/ suelen danzar/ con la lluvia/ tibiamente/…” (p. 129). Cabellos que huyen para encontrar nuevos rumbos.

Gloria Mendoza logra en este poema un juego en el que trenza su origen y su cuerpo con las condiciones naturales del paisaje y la sabiduría de la naturaleza. Peina sus cabellos acaso como una forma de desnudarse o como una forma de cubrirse, aunque será inevitable que el viento los descubra, los levante y los haga volar, para decirnos algo, para evocar una memoria que, seguramente, reúne más cabelleras infinitas, hasta alcanzar un estado surrealista. “Mi cabeza/ bosque de totora/ es un trazo/ de un cuadro) (p. 131), dice, como si a su lado, un pintor estaría pintándola con su dulce luna y su dulce naranja.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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