Graniza tanto como para que yo recuerde
Christian Reynoso
“Graniza tanto, como para que yo recuerde / y acreciente las perlas / que he recogido del hocico mismo / de cada tempestad. // No se vaya a secar esta lluvia. / A menos que me fuese dado / caer ahora para ella, o que me enterrasen / mojado en el agua / que surtiera de todos los fuegos.”. Con este poema de Vallejo que es el Trilce número LXXVII, Pachuli inicia la carta que me ha enviado desde un lugar remoto de Lago Grande. Oculta su paradero por alguna razón y se resiste a usar vías virtuales. Su carta corresponde al viejo estilo: papel cebolla y sello de correo.
“A veces, luego de granizar, hay días que el cielo de esta ciudad se tiñe de rojo. Ocurre en contadas ocasiones, digamos unas dos o tres veces al año, incluso cuatro. No llevo la cuenta exacta, pero por ahí van los números”, continúa Pachuli. “No es un rojo sensual ni putón. Tampoco dulce y jugoso como el rojo de la sandía. Es un rojo sangre, como el rojo púrpura que a mí me enciende, el corazón, el alma y el cuerpo. Así como cuando subo a Huajsapata, desde donde se puede ver la ciudad con el cielo, alambreados en el confín”.
“Como si se estuviera en un vuelo sobre una alfombra aladina y con la nariz empapelada. Mejor aún si me acompaña un Montesierpe para zampármelo a pico, porque el vaso se ha caído a la cueva del cerrito que, según dicen, te lleva al altar mayor de la Catedral del Cusco. (Viaje fugaz, viaje de ácidos y gases, viaje al fin). Mejor todavía, y todavía más perro si se oye una música templada que baja o sube desde el cielo, porque los perros y mi corazón oímos lo que resuena allí arriba en el luminoso sin que podamos decir palabra, ni abrir las jetas, ni ladrar ni llorar”.
¿Qué me quiere decir Pachuli con estas palabras acaso enajenadas? No lo sé, pero me agrada su lenguaje y comunicación. Prosigue: “Nunca se sabe cuándo acontecerán esos días en el calendario, porque no siempre las granizadas anuncian su arribo. Sencillamente, un día de tantos, tras el blanco frío de la ciudad descongelada, el atardecer nos sobrecoge y nos pone a todos quienes vivimos aquí, a mirar el cielo con las cabezas levantadas como jirafas que quieren crecer más y traspasar los límites del cielo y el universo que siempre está de noche”. Así es, Pachulito, graniza tanto, en tu recuerdo y en las escaleras.
Escrito por
Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.