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Ponerse el poncho

Christian Reynoso

Publicado: hace 7 minutos

Ponerse el poncho, carajo, y salir de tu casa, todavía a oscuras, carajo, antes del amanecer y caminar por las callecitas de Lago Grande y llegar al barrio, y subir al Huajsapata, carajo, y encontrarse ahí con otros como tú, carajo, que también se han puesto el poncho y han salido todavía a oscuras para ir al Huajsapata, carajo, y carajo y cientos de carajos, porque las cañas ya están siendo sopladas y suenan como el carajo, surtiendo una música alucinante y única de sicuri mañaceño que te entra por los oídos directamente y automáticamente hasta el corazón y el sexo, carajo, como una puñalada musical bestial.

Y tus piernas y tus pies se contagian de algo que es más que música y sentimiento, carajo, y empiezas a moverte y a ondular el poncho que te has puesto, carajo, antes de salir de tu casa todavía a oscuras antes del amanecer. Todo empieza ahí. En ese momento maravillado que es ponerse el poncho, carajo, porque el poncho es tu segunda piel que soportará todo mientras bailes y te arrodilles y bebas y duermas y aterrices en el charco vomitivo o vueles al cielo azul y rojo del goce, como si fuera tu alfombra mágica, carajo.

O tu manto sagrado que te abrigará del frío, carajo, y te envolverá en el calor de la fiesta y la danza, porque no queda nada más que hacer desde que te pones el poncho, carajo, todavía en tu casa, antes del amanecer, para salir a las calles de la ciudad, carajo, y de esa forma dejar de ser el mortal y corriente ciudadano de todos los días para convertirte en el superhombre que irá a danzar como un bello alucinado diablo o un coqueto ángel al servicio de la Candelaria, carajo, apenas llegue el primer día de febrero y la fiesta comience y el color del barrio Mañazo cambie con la luz y la lluvia y la noche como si todo fuera un humo psicodélico que te llama, te atrae, te marea y te subyuga, carajo.

Bajo el poncho guardas tus secretos, esos que nadie puede ver y que solo los mostrarás cuando te dé la gana, carajo, cada vez que bailes y muevas el poncho para el universo y para tu satisfacción, carajo. Bajo el poncho también se guardan las cañas que al recibir los soplidos sortilegios de una tropa de pulmones broncos, carajo, emiten una forma de vida que es música perfecta y bendita y maldita, carajo, como un embrujo que te cubre a su vez mediante las fibras y costuras e hilos del poncho sobre tu cuerpo. Fácil de entender, difícil de asumir si no te pones el poncho, carajo, todavía a oscuras, antes del amanecer para salir a caminar por las calles con dirección al Huajsapata.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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