Todo se cae en el Perú
Christian Reynoso
Pobre Trujillo. El 20 de enero la sede del Ministerio Público de esta ciudad fue blanco de un atentado con dinamita en manos de las mafias delincuenciales, que dejó cuantiosos daños materiales. Un mes después, el 21 de febrero, el techo del patio de comidas del centro comercial Real Plaza Trujillo se vino abajo con el saldo de seis personas muertas y más de 80 heridos, hecho que se pudo evitar, pues ya había noticia de fallas estructurales. A esto hay que sumar la latente situación de criminalidad, sicariato y extorsión que se vive en Trujillo, y que ni estados de emergencia ni operativos han logrado controlar.
A ello hay que añadir la incompetencia del gobernador regional y empresario, César Acuña, quien, preocupado mucho más en sus negocios y acomodos políticos en el escenario nacional, hasta hoy no ha propuesto soluciones efectivas a la problemática que vive la región La Libertad. Del resto de autoridades locales se puede decir lo mismo. En medio de este escenario, se encuentra una ciudadanía atemorizada y frustrada. Así, parece que Trujillo, la llamada Cuidad de la Eterna Primavera, ha caído en una grisura fatídica que no tiene cuándo superar. Pobre Trujillo. Bailar marinera ya no tiene sentido.
Lo que viene ocurriendo en Trujillo explica un poco lo que ocurre en el Perú. Vale decir, el Perú se está cayendo a pedazos, políticamente, socialmente, culturalmente, sin que se haga algo por evitarlo. Estamos en camino a un descalabro sin remedio. Se cae un puente en Chancay (deja dos muertos y 40 heridos), se cae una avioneta en San Bartolo, se cae una baldosa del techo del aeropuerto Jorge Chávez, corren el riesgo de caerse ―ahora se sabe― otros tantos techos y estructuras de malls en diferentes ciudades del país. Como siempre, hace falta muertos para que recién se tomen las previsiones.
Pero no solo se están cayendo en el Perú cosas materiales, sino también se está cayendo la consciencia por el país, la capacidad de indignación, la empatía por el otro, la honestidad, el servir al país desde la política con virtud. Se ha caído el sentido de justicia, se ha caído el valor y la necesidad de reacción y protesta ante la impunidad y el abuso. En todo caso, parece que todos estamos caídos sin poder levantarnos, adormecidos por el desinterés, dejando que nos tomen por tontos, mientras otros más vivos saquean las arcas y violentan al país a su gusto, y mienten y callan, y disfrutan de los privilegios desde su atalaya, mientras todo se cae.
Escrito por
Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.