Volver a la Candelaria
Christian Reynoso
He vuelto a bailar en la Fiesta de la Candelaria después de seis años. En ese tránsito, la festividad se canceló un par de años por la pandemia y luego por solidaridad con los asesinatos ocurridos en Juliaca, pero hoy la fiesta ha vuelto a renacer. Algunas cosas han cambiado, para bien y para mal. Es evidente que la ciudad de Puno ha quedado estrecha para contener a la fiesta que cada vez crece en número de participantes como en los afanes de cada conjunto por lucirse y ganar el concurso.
Ha habido tres muertos: una danzarina autóctona, producto de la imprudencia de un conductor ebrio con un vehículo-grúa, en las inmediaciones del estadio de la Universidad Nacional del Altiplano, en momentos en que se desarrollaba el concurso. Otro muerto por pulmonía, encontrado en las calles puneñas, y un tercero, por haber recibido una golpiza en una discoteca local. Pero la fiesta ha seguido, imparable. Asimismo, el estadio de la UNA Puno ha sido el peor escenario para el concurso, por la falta de vías de acceso, el desorden y el riesgo de asfixia de la masa de bailarines y músicos, con niños de por medio. Defensa Civil no ha dicho nada como tampoco la Federación del Folklore, la Municipalidad y la UNA. La irresponsabilidad en su apogeo.
Mientras los devotos y no devotos bailaban en medio del sol y la lluvia, gastando sus zapatos y botas, los jerarcas de la iglesia católica puneña, curiosamente, acapararon los titulares: el cura colombiano Carlos Alberto Londoño, quien oficiaba misas en la iglesia San Juan, que es la casa de la Virgen de la Candelaria, fue acusado por una corista de haberla embarazado e inducido a abortar. Por su parte, el obispo de Puno, Jorge Carrión, tras negarse a declarar en un caso que involucra malversación de bienes de la iglesia, en manos del canciller de la diócesis, Alex Cano, será citado por la fuerza a la Fiscalía. Mientras que el obispo de Juli, Ciro Quispe, sigue sin aclarar las diversas denuncias que tiene en su haber por mantener relaciones sexuales con diferentes mujeres, además de oscuros negocios y amedrentar a la prensa local. Es decir, el despelote de la curia en plena Fiesta de la Candelaria. Tal vez sea hora de que la feligresía puneña los saque en burro tal como hizo décadas atrás con otro obispo que se pasó de vivo.
Los cacharparis que son el fin de fiesta y cierre de actividades de cada conjunto hasta el siguiente año han entrado en una fase huachafa de competencia insana alejada de las costumbres tradicionales, con el solo propósito de regodearse de opulencia. Contratos costosos con agrupaciones como Corazón Serrano, entre otras, de chicha y cumbia, son celebrados para amenizar los cacharparis haciendo a un lado las expresiones folklóricas que son la génesis de la fiesta. Algo que se ha copiado de Juliaca, puesto que ello no ocurría en años anteriores. Y todo al ritmo de columnas infinitas de cajas de cerveza como santo y seña de una de las celebraciones más extraordinarias del Perú. Con máscara o sin máscara.
Escrito por
Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.