Muertes y restos que enterrar
Christian Reynoso
Hace unos días falleció, en Lima, Guillermo Gutiérrez Lymha (1962-2025), poeta integrante del famoso Movimiento Kloaka que tuvo su explosión en la década del ochenta. El cuerpo de Gutiérrez, quien había llevado una vida underground en las coordenadas del centro limeño, y de quien no se conocía familiares, fue llevado a la morgue central. Al no ser reclamado por nadie iba a ser destinado, como es usual, a la fosa común. Algunos de sus amigos como Mary Soto, Edian Novoa y Rodolfo Ibarra, también poetas, hicieron los trámites para salvar de la fosa el cuerpo de Gutiérrez. Lo lograron.
El siguiente paso era darle una sepultura digna, pero entonces apareció una tía de Gutiérrez y será ella quien ahora asuma las exequias. En 2021, Franco Marongiu, un italiano y disruptivo profesor de arte, quien llegó a Puno en los noventas para trabajar en la Universidad Nacional del Altiplano y luego se mudó a Amazonas y posteriormente a Lima donde se le perdió el rastro, falleció sin que ningún familiar italiano lo reclame. Fueron algunos amigos puneños de antaño quienes se encargaron de recuperar el cuerpo, que pasó cerca de un mes en la morgue, y sepultarlo antes de que el cuerpo sea enviado a la temida fosa común.
Hace 227 años enfermo y en situación de indigencia murió Fernando Túpac Amaru, en España, el hijo menor de Túpac Amaru y Micaela Bastidas. Más conocido como “Fernandito”, a los 13 años presenció la ejecución de sus padres en Cusco y luego fue llevado a España para vivir una espantosa y humillante vida de encarcelamientos hasta su muerte, en 1798, a los 30 años. Hace unos días, la Municipalidad Provincial del Cusco, ha repatriado sus restos “simbólicos” a la ciudad imperial, para que sean sepultados en la plaza Mayor y así rendirle homenaje.
Pero hay críticas razonables. Se trata de una porción de tierra que no tiene nada de simbólico, han dicho historiadores y gremios cusqueños, pues encontrar los huesos de Fernandito es imposible. Pero el asunto va más allá, porque más que una repatriación de los restos ―que además ha trasuntado en una gran ceremonia de tinte político en manos del alcalde cusqueño junto con la Iglesia―, ciertamente lo que se necesita es la disculpa de España por las afrentas y asesinatos cometidos a los Túpac Amaru encarnados en Fernandito, quien a su vez encarna a los cusqueños y acaso a los peruanos.
Escrito por
Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.