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¿Y dónde está el Huascarán?

Christian Reynoso

Publicado: hace 2 horas

Huaraz, la capital de Áncash, recibe un gran contingente de visitantes quienes aprovechan los feriados de la Semana Santa para viajar. La pequeña ciudad, a la que arribamos por primera vez, nos recibe con sol y lluvia, pero al mismo tiempo con calor amable. Lo propio de la sierra. “¿Y dónde está el Huascarán?”, preguntamos, ansiosos, al taxista que nos conduce al hotel. “Allí”, responde, y señala el horizonte. En la lejanía, solo vemos nubes poderosas y una pequeña porción de nieve que se pierde como un helado en derrite, pero nada de lo que se ve en las fotografías publicitarias del nevado.

La Semana Santa en Huaraz parece transcurrir desapercibida ante los diversos atractivos turísticos que presenta el Callejón de Huaylas. No obstante, cada destino se encuentra a un mínimo de dos horas y media de la ciudad, razón por la que cada tour dura, prácticamente, todo el día. Nos enrolamos en el que parte a la laguna de Llanganuco, atractiva por sus aguas color turquesa, y de donde se podrá observar el Huascarán. En el camino nos indican que nos detendremos en la plaza de Carhuaz para saborear los helados artesanales, y que luego seguiremos viaje a Yungay, exactamente al Campo Santo Yungay, construido sobre el terreno en el que se situó el antiguo pueblo de Yungay, aquel que, en 1970, fue arrasado por un aluvión desde el Huascarán. Y nuestros cuerpos tiemblan.

Miriam, la guía del tour, informa que hay más de quinientas lagunas en la Cordillera Blanca, para los interesados, y empieza a enumerar varias de ellas y la forma cómo llegar. Con los días no damos cuenta de que hay en los operadores turísticos cierta obsesión por las lagunas, la cual es contagiada a los visitantes. Lagunas y lagunas en todos los tours para llegar a ellas y pasar unos minutos y dar media vuelta y más lagunas con el Huascarán como fondo. Pero ni siquiera en la de Llanganuco podemos ver al Huascarán por imposición de las nubes. Entonces empezamos a dudar de la existencia del nevado o será que tal vez nos tenga vergüenza.

Otro tour, esta vez nocturno, nos lleva a Chavín de Huántar y al Monumento Arqueológico donde se encuentra el famoso Lanzón, paso previo por la laguna Querococha. La noche nos cuida de la tristeza del Huascarán ausente. De vuelta a Huaraz nos espera el bullicio de la vida nocturna a ritmo de DJ alrededor del parque del Periodista. Al día siguiente es nuestro último intento de ver el Huascarán, desde Cumbre, el simpático restaurante que se ubica en el mirador de Rataquenua, mientras un tradicional cuchicanca espera a nuestros dientes. Pero ni luz del Huascarán, está no habido. Las nubes, las lluvias, las lagunas, los cuyes, las almas, los enterrados, las penas, los arcoíris, las historias que se pierden y que se escuchan o que ya no se quieren escuchar desde 1970, tal vez.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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