San Juan en Iquitos
Christian Reynoso
Iquitos huele a quemado, a un olorcito ahumado; me doy cuenta al caer la noche. Así como al caer la noche La Habana huele a tabaco. Es la leña que se ha encendido en todas las casas de la ciudad para terminar de cocinar el juane, aquel platillo tradicional de la Amazonía. Los cientos de miles de juanes, envueltos en sus hojas de bijao, al ser hervidos en leña, adquieren su cocción final. Serán degustados al día siguiente y los próximos, mañana, tarde y noche, como una forma de celebrar el día de San Juan. Aunque ahora los pobladores ya no bajen al río a bañarse y a comer allí sus juanes, y pasar un día en familia, como lo hacían antes; porque ahora prefieren acudir a los conciertos en las plazas de la ciudad y cervecear allí a ritmo de cumbia.
La plaza Quiñones, mejor conocida como la plaza Roja, en el distrito de San Juan, el más grande de Iquitos, se atiborra de gente y puestos de comida y bebidas, y arte y artesanías, y motos y motokars y autos y decibeles que revientan los oídos desde el imponente escenario. El alcalde sanjuanino se ha preocupado de mantener la fiesta desde el día viernes hasta el martes. En la noche del lunes 23, todo el mundo espera a La Única Tropical, la orquesta piurana que se ha hecho famosa con la adaptación cumbiambera de la canción “Tatoo”, de la sueca Loreen. Allí vamos, contagiados por el entusiasmo y la fiesta. Y allí nos topamos con la “Cocotera” Paola Ruíz, la ex vedette tarapotina, quien anima el fiestón, en olor a santidad y juane.
Mientras esto ocurre en San Juan, en el centro de Iquitos la fiesta es más apacible. Caminamos por el malecón Tarapacá y nos sentamos en Fitzcarraldo, un simpático restaurante-café-bar dedicado a la película homónima que exhibe piezas originales del barco protagonista, según nos dice el dependiente. Allí comemos lagarto en salsa cazadora y ensalada de chonta, mientras el río Itaya, a nuestro frente, se mueve lento y deja posar en su regazo peque peques a motor que surcan sus aguas con turistas que se dirigen al río Amazonas kilómetros más allá, y a la comunidad nativa de los boras. Pero nosotros preferimos ir a caminar por la ciudad y sus bellas casonas con azulejos, algunas mejor restauradas que otras, que atestiguan la época de auge del caucho; por su mercado central, repleto de gatos; por la calle Próspero y por la plaza de Armas, mientras llueve y deja de llover y vuelve a llover, y otra vez volvemos al malecón, donde se filma la película “Boulevard”. Y La Habana y su calor tropical vuelven a mí, porque hay zonas de Iquitos que se parecen a La Habana.
En la casa Morey, en la alameda Raimondi, por fin, sueño acariciado, podemos ver algunos cuadros originales del pintor César Calvo de Araujo (1910-1970), y sentimos una conexión con este territorio por encima del juane y sus sabores y monumentos. Vamos luego a la Casa de Fierro, diseñada por Gustav Eiffel y traída por partes desde Europa en una historia que tiene de aventura como de increíble y que, una vez más, refleja el auge del caucho. Hoy, en el primer piso, se ubican tiendas de souvenirs y, en los altos el restaurante más caro y elegante de Iquitos. Pero todavía nos falta lo más atrayente de la ciudad y del que todos nos dicen que es muy peligroso y nos aconsejan no ir, razón por la cual, justamente, iremos: el barrio Belén. Pero esa es otra historia para después del juane.
Escrito por
Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.