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Chorro cantor: Ahuashiyacu

Christian Reynoso

Publicado: hace 2 horas

La cascada de Ahuashiyacu es uno de los lugares más visitados de Tarapoto. Está ubicada dentro del Área de Conservación Regional Cordillera Escalera, a 13.6 kilómetros de la ciudad, camino a Yurimaguas. Se puede llegar de manera particular o como parte de los tours que ofrecen a diario las agencias de turismo. En la década del ochenta la cascada solo era visitada por los tarapotinos que tenían las posibilidades de llegar hasta allí, a modo de dar un paseo de fin de semana. Todavía Ahuashiyacu no era un lugar turístico. Fue en 1992 que se dio a conocer al turismo masivo, lo que supuso acondicionar una ruta de senderos y caminos con el fin de facilitar el acceso.

Hoy, la cascada es visitada a diario por habitantes locales y turistas nacionales y extranjeros. Al año recibe un promedio de cuarenta mil personas. El tránsito es intenso, pero no dificultoso, y no hay nadie que no deje de tomar fotografías y hacer selfies. Hay que caminar entre quince y veinte minutos por un sendero variado y accidentado de cerca de trescientos metros, que incluye gradas y escaleras de piedra y puentecillos de madera, en medio de un paisaje de árboles, arbustos, helechos y bromelias desafiantes que asoman con verdad, para por fin llegar a la cascada.

La primera vista, apenas Ahuashiyacu se revela imponente en su altura y caída de cuarenta metros, es el momento que más valoro de haber llegado hasta ella. La imagen prístina que pronto se quedará grabada en ti, sin poder superarla, y que, luego, al seguir contemplándola, te incitará a buscar una explicación para comprender cómo la naturaleza es bondadosa para ofrecer belleza y vida. En todo caso, es como si la cascada tuviera vida, una vida que te atrapa y te domina, una presencia viva que te llama a observarla. Una belleza que se regala sin más método que su caída libre.

Ahuashiyacu es una palabra quechua que significa «agua que ríe» o «agua cantarina». Así, el agua canta y ríe en su caída que es además cómoda y gozosa hasta fusionarse en la poza en la que todos la reciben y la celebran y la bailan. Cae como si saliera de una cueva verde, resguardada por las ramas de los árboles que la acompañan en su salto. Un chorro cantor de plata. Inagotable, lechoso, espumoso, que luego se convierte en río y se mezcla con las rocas, los helechos, los árboles, el paisaje verde y va quien sabe dónde. Pero tú ya has visto. Ya has visto lo que había que ver. Y eso basta.


Escrito por

Christian Reynoso

Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.


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