Vargas Llosa: el último hipopótamo
Christian Reynoso
La reciente muerte de Mario Vargas Llosa (1936-2025), ocurrida en Lima, a sus 89 años, ha causado pesar en la comunidad literaria e intelectual en el mundo y, desde luego, en el Perú, pero también en sus millones de lectores y seguidores, y seguramente en sus detractores. Algo de ello se puede ver en las redes sociales que estos días se han desatado, tras la noticia de su fallecimiento, con opiniones, fotografías, homenajes, recuerdos, anécdotas, etcétera, en torno a la figura de nuestro Premio Nobel. Difícil o tal vez sencillo equilibrar y valorar en su justa dimensión su quehacer literario como sus posturas políticas.
Sabemos de la fascinación de Vargas Llosa por los hipopótamos. En una entrevista dijo que los adoraba porque estos animales tenían pasión por revolcarse en el barro y porque les gustaba hacer el amor todo el tiempo. Ciertamente una visión algo romantizada de estos animales que no dejan de tener un carácter salvaje y peligroso, pero que, en la perspectiva de Vargas Llosa, adquieren una dimensión sugerente. El primer aspecto, aquel revolcarse en el barro podría ser una forma de decir que no se debe tener miedo a nada y que se debe estar dispuesto a todo, a cualquier riesgo, algo sumamente necesario para el oficio de un escritor, creo yo.
El segundo aspecto, aquel gusto permanente por realizar el acto sexual, resulta más que simbólico. Puede ser la expresión de la búsqueda de un estado de placer perpetuo, a todo nivel, tan igual que el placer cómplice que otorga la literatura, tanto desde la creación, vale decir la escritura, como desde su complemento indispensable que es la lectura. Para Vargas Llosa la lectura —y el placer que encarna— ha sido la cosa más importante que le pasó en la vida, como ha declarado, y que hoy queda como una gran lección por aquel acto sublime que enseña y quita, tal como el amor.
Estos dos aspectos del hipopótamo a los que alude Vargas Llosa, sin duda, pueden encontrarse en su itinerario vital y creativo, y tal vez sean los puntos angulares, entre otros, en los que ha apoyado la construcción de su obra literaria, sólida y permanente como el peso de este animal libre y gozoso. Desde luego, revolcarse en el barro implica también ensuciarse y es el riesgo que Vargas Llosa ha corrido, en los últimos años, mediante los affaires con la podredumbre política, tal vez influenciado por algún tipo de entorno y pluma, y que lógicamente ha producido desencanto. Pero la vida es así, desencanto y canto como el placer del hipopótamo.
Nota: También pueden leer de mi autoría “Vargas Llosa y el altiplano”, aquí: Parte 1 y Parte 2.
Escrito por
Escritor y periodista peruano. Magister en Literatura Hispanoamericana. Autor de novelas y libros de investigación y ensayo.